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POV LISA.

Levanto la mano para llamar a la puerta, dudando y cerrando los ojos.

Estoy tan nerviosa que me siento mal.

No tengo idea de qué se trata hoy.

Debido a que está aquí en nuestro hotel, espero que se trate de nosotras a nivel personal, pero soy consciente de que tal vez solo quiera despedirme, sin que los niños la escuchen.

Pero es nuestro jueves y son las siete, así que tengo la esperanza.

Dejo caer los hombros, exhalo y llamo.

Toc, toc, toc.

La puerta se abre y ahí está Jennie.

Se eleva sobre mí mientras sus ojos felinos están fijos en los míos.

—Hola.—dice en voz baja—. Gracias por venir.

Hace un gesto hacia la habitación y paso a su lado para entrar.

Mi corazón late como loco.

Estar tan cerca de ella y el olor de su perfume me trae tantos recuerdos. Ya puedo sentir el nudo en mi garganta comenzando a apretarse.

No llores.

No supliques.

Me retuerzo las manos frente a mí mientras su mirada sostiene la mía.

—¿Cómo estás?.—pregunta.

Asiento con la cabeza, incapaz de hablar correctamente.

—Bien.—susurro con una voz apenas audible.

Pasa su mano por su cabello, su pausa crea tensión.

—Gracias por quedarte con los niños. —Sus ojos caen a la alfombra.—Hubiera sido más fácil para ti irte.

—No podía dejarlos.

Sus ojos se elevan para encontrarse con los míos.

—Pero me dejaste.

—Tenía que hacerlo.

—Ha sido… difícil.—admite.

—Para mí también. —digo incapaz de aguantar más, estoy a punto de echarme a llorar.— Te extraño.

Aprieta los labios y asiente, claramente luchando por hablar, pero siento que tiene mucho que decirme.

La habitación es pesada y silenciosa.

Sé que tendré que liderar esta conversación. Claramente es incapaz de hacerlo. Tomo su mano en la mía y la acerco a mi boca.

Me mira, sus ojos se vuelven vidriosos, su dolor es palpable.

Mi corazón se rompe ante su tristeza.

—Cariño.—susurro mientras la tomo en mis brazos—. No me mires así.

La abrazo con fuerza y Jennie se aferra a mí como si su vida dependiera de ello.

—No puedo soportar estar sin ti.—susurra en mi cabello.

Sonrío tristemente y beso sus labios.

—Oh, Jennie.—le susurro mientras la miro, ahuecando su cara en mi mano.

—He estado trabajando en cosas y… —Su voz se apaga.—Lo estoy intentando.

—Sé que lo estás.

¿Por qué nos estoy haciendo esto?

—No me importa. —Niego con la cabeza—. No me importa si no quieres casarte conmigo. No me importa si no tengo hijos. Solo te quiero a ti.— Gruesas lágrimas ruedan por mis mejillas y no me importa un carajo.

Sra. Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora