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POV LISA.

Termino de secarme el cabello y me miro en el espejo.

Es sábado por la mañana y tenemos que asistir al partido de soccer de Yeji.

Llevo vaqueros negros, ballerinas negras y una camiseta negra con una camisa de lino blanca abierta. Mi cabello está suelto y llevo la menor cantidad de maquillaje.

Mi estómago está lleno de nervios, casi no he dormido. Mis pensamientos corrían a un millón de kilómetros por minuto.

No puedo creer que hice lo que hice anoche. Era como una película erótica de la que no tenía derecho a formar parte. No puedo creer que fuera tan buena. La tarjeta de crédito me hace sentir incómoda, pero supongo que efectivamente ayer gasté ciento cincuenta libras en mi ropa de guarra.

No sé cómo me siento por todo, para ser honesta. Voy a tener que sentarme y pensar sobre esto por un tiempo.

Con una última mirada en el espejo, salgo de mi habitación y me dirijo a la casa principal, donde encuentro a Yeji y Hyeong desayunando.

—Hola. —Sonrío.

—Hola.—ofrecen ambos, distraídos.

—Buenos días, señorita Lalisa.—ronronea esa voz aterciopelada.

—Oh. —Qué susto me ha dado—. Hola, no la había visto.

La señora Kim está en la cocina, con el trasero apoyado en el mostrador y su sexy sonrisa plantada en sus labios.

—No era mi intención asustarla. Mis disculpas.

Lleva vaqueros negros y un polo blanco. Su cabello castaño resaltado.

Sus ojos son penetrantes, podría impregnar a cualquier mujer con una sola mirada.

Se ve tan comestible.

Mi estómago se arremolina con energía nerviosa.

—¿Qué tal su viaje?.—Pregunto, actuando delante de los niños.

Sus ojos están fijos en los míos.

—Con algunas sorpresas.

Sonrío tontamente. Por qué, no tengo ni idea. Suena tan soñador cuando dice la palabra ‘sorpresas’.

Oh, detente, patética tonta. Inesperado no es una palabra candente.

—¿Qué tal estos días en… —hace una pausa, y un rastro de una sonrisa tira de sus labios.— sin la mujer de la casa aquí?

¿Está jugando ese juego, verdad?

Me muerdo el labio inferior para evitar sonreír.

—Bien gracias. —Miro a los niños, esperando que puedan sacarme de mi estado de babeo. Especialmente con la baba provocada por su madre.— ¿No es así, niños? Nos divertimos mucho juntos.

Ambos asienten con la cabeza y siguen comiendo, sin ningún interés en conversar.

—¿A qué hora vamos al fútbol?.—Pregunto.

—No necesita venir, señorita Lalisa. Soy muy consciente de que no trabaja los fines de semana. No esperamos que venga.—Jennie responde mientras bebe un sorbo de café.

—Quiero ver jugar a Yeji, lo he estado esperando toda la semana.— Yeji sonríe con la boca llena de cereal.

La mirada de la señora Kim está fija en la mía y, si no me equivoco, hoy tiene una nueva intensidad. Algo ha cambiado, está jugando conmigo.

Sra. Kim Donde viven las historias. Descúbrelo ahora