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Sábado. Quien pensaría que estaría tan aburrido en fin de semana, para no perder la costumbre sus padres no estaban, todavía no era lo suficientemente tarde para salir e irse a algún lado a tomar, podía ponerse a estudiar pero no encontraba la voluntad para hacerlo. Ver la televisión le aburría, no había nada que hacer. Resolvió salir a pasear en su carro, total, algo encontraria.

Y efectivamente. Condujo por las calles cerca de la escuela, tal vez alguna chica se encontraría paseando con sus amigas o camino al centro comercial, lugar al que se disponía a ir si el aburrimiento continuaba avanzando. No pasó mucho tiempo cuando lo vio pasar. ¿Por qué de repente veía a Bill en todos lados? El chico caminaba solo por la calle, traía puesto un uniforme de futbol, el short un poco mas corto de lo normal, jugueteaba con un balón entre sus pies y la mochila deportiva que colgaba de su espalda se movía de un lado a otro con cada movimiento.

Tom se sintió como el peor de los mirones al verlo de lejos, recorriendo el cuerpo del mas chico con la mirada, sintió un escalofrío al poner atención al short y la manera en la que curveaba en su trasero, si había tenido duda de su complexión aquel uniforme lo delataba. Tenía unas piernas imposiblemente largas para su edad, no solo definidas, también fornidas, simplemente no le podía quitar la mirada de encima.
Se preguntó si el chico era consciente de lo atractivo que era, si las chicas de su clase no se sentían atraídas hacia él o los chicos en su caso.

Sin darse cuenta, lo estaba siguiendo a una distancia prudente para que Bill no notara su presencia, pensó que tal vez se dirigía a su casa pero el chico caminaba a uno de los parques cercanos, aún jugueteando con el balón el chico entró perdiéndose de vista. A Tom no le quedó de otra mas que estacionar el carro y bajarse para poder hablar con el mas bajo.

Caminó rapidamente buscando a Bill y se alegró al encontrarlo sentado en una banca dandole la espalda. Sonrío pensando cómo sorprenderlo, caminando sigilosamente para no llamar su atención, sin embargo antes de alcanzar su destino, otro chico se sentó junto a él.

Tom paró en seco, y se sentó en otra banca no muy alejado de ellos. ¿Qué carajo le importaba lo que esos dos tuvieran que decir? Se supone que nada, pero no puedo evitar prestar atención a la conversación, notó que era el mismo chico que estaba con Bill en la escuela, aquel que le hablaba tan amigablemente.

-Perdón por no ir al juego- dijo el recién llegado

Los escuchaba y veía a la perfección, sin que los otros dos notaran su presencia.

Bill sonrió -No te preocupes, ganamos como siempre-

-Que modesto, aunque era obvio. Eres un gran futbolista- rió -oye, Bill, te cité aquí, porque tengo algo muy importante que decirte- era obvio que el chico estaba nervioso, desde donde estaba Tom lograba ver como se revolvía incómodo en el asiento, jugaba con sus dedos y miraba a todos lados menos al chico.

Bill lo miró esperando a que hablara.

-¿Te acuerdas que me dijiste que te gustaban los hombres?- preguntó

Tom estuvo a punto de soltar una carcajada, pero se contuvo, no quería que lo descubrieran y quería saber que era lo que seguía.

-Sí, ¿qué con eso?- alzó una ceja, en ningún momento pareció dudar o sentirse inseguro, al contrario, estaba muy tranquilo al respecto.

El chico se sonrojó y Tom entendió a dónde iba la plática, cosa que lo enfureció de una manera increíble. Sin entender por qué tenía ganas de partirle la cara al chico que se había atrevido a estar tan cerca de Bill, quería gritarle que con sus cosas nadie se metía. Trató de reprimir aquellos sentimientos, que no comprendía si eran celos o simple furia.

DELIRIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora