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Habían pasado seis meses desde que Tom se había ido, a pesar de que solo había estado en su vida poco tiempo, en definitiva había cambiado. Se sentía aun con más valor para hacer las cosas, incluso cuando de su padre se trataba, el temperamento seguía igual de insolente y provocador, puesto que Bill sabía que solo había una persona en el mundo que podía doblegarlo. De eso, se había propuesto así mismo no dejar que volviera a pasar, aunque estaba muy seguro que no volvería a ver al mayor, y si lo hacía dudaba que fuera en las mismas circunstancias.

Sin embargo, había algo que lo hacía pensar en Tom, al menos una vez al día, esa nota. ¿Por qué le había escrito eso? ¿Qué significaba? Su relación no había sido mas que carnal, no algo mas. ¿Acaso él poseía algo especial que hizo que Tom escribiera esa nota? Tal vez nunca lo sabría, pero de algo estaba seguro, no la escribió por nada. Representaba mucho mas de lo que Tom jamás aceptaría y eso llenaba al menor de consuelo. Porque así como Tom había logrado doblegarlo, él también había logrado tocar un punto débil del mismo Tom.

Llegó del colegio, cansado como era costumbre. Al irse Tom, se había propuesto muchas cosas, entre ellas mejorar su notas, pues consciente o inconscientemente se había visto influenciado por la capacidad del mayor, a punto de querer llegar a ser tan inteligente como él.

Su interés por la literatura había crecido enormemente, dándose cuenta que no era malo escribiendo y que en realidad disfrutaba mucho hacerlo. Al contrario de las materias administrativas, las cuales odiaba cada vez mas, pero eran las que le iban a servir en un futuro, según su padre; por lo cual, sus calificaciones también eran las mejores.

No era que recibiera muchas cartas o paquetes, de hecho jamás revisaba el correo puesto que nunca había algo para él, por lo general eran puros estados cuenta de su padre, invitaciones sociales y muchas cosas que para Bill resultaban inservibles. Sin embargo, esa tarde en particular, aquella bola de sobres llamó su atención. Aventó la mochila sin ningún cuidado al piso y se acercó a la pequeña mesita en medio del recibidor donde los de servicio, depositaban el correo.

Revisó someramente los sobres, encontrándose con lo que esperaba desde un principio, nada. Hasta que un sobre un poco mas grande de lo normal de color blanco con letras negras y un escudo azul con amarillo, llamó su atención. Un sobre de la universidad de Leipzig dirigido a su padre, aquello lo sorprendió de sobremanera. ¿Su padre estaba planeando su admisión, tan pronto? Ni siquiera había entrado a último año. Lo abrió sin vergüenza, es decir, si el contenido del sobre hablaba de él, quien mejor que él para leerlo.

Repasó las hojas y su sorpresa fue aun mayor, no parecía que tuviera que ver con él, tenía estados de cuenta, y una boleta de calificaciones, además de una carta de un director de carrera que describía el progreso de... sintió un hueco en el estomago cuando leyó el nombre de Tom Kaulitz. No entendía, los estados de cuenta desglosaban el precio de la colegiatura, del material, de la estadía dentro de la universidad. Por supuesto las calificaciones de Tom eran destacadas. Releyó una y otra vez aquellas hojas tratando de encontrar otra explicación, pero era mas que obvio que su padre le estaba pagando los estudios a Tom. ¿Por qué?

Tenía que esperar hasta la cena para hablar con su padre, pensaba en posibilidades para las acciones de su progenitor, ninguna lo convencía del todo.

Simplemente no lo entendía.

Cenar era una de sus actividades menos preferidas en aquella casa, pero esa noche se encontró ansioso desde el momento en que se encontró con su padre en la enorme mesa del comedor. Esperó a que les sirvieran los primeros platos, para preguntar lo que llevaba rondando en su cabeza desde que había llegado del instituto.

-Papá- dijo una vez que empezaron a comer. El mayor asintió en señal de mostrar atención sin quitarle la mirada a su plato de comida -Hoy te llegó una carta de la universidad de Leipzig-

DELIRIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora