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Se había vuelto loco. No podía existir otra explicación. Tenía que terminar esto, tenía que terminarlo ahora que apenas había empezado, no sabía de lo que Tom era capaz, no sabía de lo que él mismo era capaz. Engañar a Georg no era parte de sus planes, no quería hacerlo, lo amaba, ¿en qué estaba pensando cuando aceptó el jueguito de Kaulitz?

-¿Estás bien?- la voz de Georg resonó en sus oídos.

No. Fue su primer pensamiento, pero no podía decirle eso. ¿Cómo podía decirle que era el juguete de Tom Kaulitz? ¿Cómo empezar a decirle que lo había engañado por un chico de su pasado que había regresado? Y, que además lo estaba volviendo loco, con cada mirada, palabra, caricia o cogida. Ciertamente no era un tema de conversación adecuado.

-Sí- trató de decir con seguridad, cosa en la que falló miserablemente, pues la afirmación había salido más como un quejido lastimero que una palabra. Se giró hacia su pareja parpadeando mucho.

-Georg, ¿me amas?-

-Claro que sí, ¿a qué viene eso?- alzo una ceja

-¿Podrías asegurar que soy la persona con la que quieres estar toda tu vida?- tenía esa esperanza ridícula de que Georg de pronto se diera cuenta que su lugar no era junto a él y decidiera terminar la relación en ese momento, antes de tener que decirle lo que había hecho. Por supuesto, no tuvo éxito.

-Bill, en serio, ¿estás bien?- Georg se acercó a él

Aquí estaba, el momento oportuno para decir lo que en realidad pasaba, confesarle a su novio lo que había hecho con su jefe. Prometer no volverlo a hacer e irse para siempre de la vida de Kaulitz. Ahora o nunca Bill.

-Olvídalo, creo que tengo demasiadas cosas en la cabeza- se levantó y caminó hacia el baño.

Llegará el día en que te hartes de mi y seas tu el que me deje. Contaba con eso o la culpa lo iba a acabar matando, lo primero que pasara.

-X-

-Me está engañando- ni fue pregunta, ni una posibilidad, no eran celos. Era una afirmación, lo sabía y no tenía duda alguna.

-¿Cómo sabes?-

-Lo conozco mas de lo que esta dispuesto a aceptar, ya no está cómodo conmigo, podría decirse que se aburrió- Georg se alzó de hombros tratando de ocultar su molestia, su tristeza.

Su acompañante le dio una palmada en la espalda.

-Entonces, déjalo- tampoco fue un consejo

Georg sonrió de lado -No, quiero ver que tan lejos llega-

Su acompañate suspiró -la venganza nunca deja nada bueno y no te va a hacer sentir mejor-

Georg estaba dolido, pero eso no era excusa para seguir lastimándose, lo mejor para él, era dejar a Bill y tratar de empezar de nuevo; no ver hasta donde era capaz de engañarse a sí mismo, no se estaba aferrando a Bill, era un hecho que ya lo daba por vencido. Una persona dolida y sin ningún interés podía ser peligrosa.

-Quiero saber con quien me engaña, quiero saber por qué, donde y desde cuando. Después- sonrió -le haré algo peor de lo que él me hizo a mi- los celos y el enojo ciegan a las personas. Y Georg estaba sacando su peor lado.

-X-

-Estoy enamorado- anunció con una estúpida sonrisa en el rostro y casi subiéndose a la pequeña
mesa de centro de la sala

Tom solo atinó a alzar la ceja, ¿de cuando acá Gustav se sentía con derechos para ir a su departamento sin avisar y para colmo destruir sus muebles? Por otra parte, ¿enamorado? Lo dudaba, su amigo era igual que él, cero compromiso y bienvenido el sexo fácil. Más que enamorado, Gustav debía estar drogado.

DELIRIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora