FINAL

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"Actualmente se desconoce el paradero de Andreas, las autoridades han desistido después de varios meses de búsqueda, a pesar de que la investigación seguirá abierta. Existen indicios de que tal vez haya salido del país. Andreas desapareció de su cuarto de hospital después de haber despertado del coma que lo mantuvo desconectado el mundo por casi tres años. Le esperaba un juicio por fraude, homicidio y secuestro, lo cual seguramente ocasionó su fuga. Los doctores aseguran que el estado de salud del antiguo empresario no es el más óptimo e incluso aseveran que es probable que tenga una recaída de no ser atendido apropiadamente. Quisimos hablar con el famoso empresario y dueño de la industria Trumper, Tom Kaulitz, pero se negó a dar entrevistas. Mientras tanto el representante del escritor Bill Trumper ha declarado que se encuentra fuera de peligro y..."

Bill apagó el televisor en ese momento, la noticia de la fuga de Andreas lo tenía harto, la policía custodiaba el edificio desde que había sucedido. Sin mencionar que Tom le había contratado dos guardaespaldas que lo seguían a todos lados, mientras el mismo Tom tenía otros dos. No tenían un minuto de privacidad desde que a su primo se le había ocurrido cometer semejante barbaridad.

Aunque de ser honestos, Bill dudaba que fuera a hacer algo, habían pasado tres años desde el secuestro en el hotel. El mismo doctor le había asegurado que el daño cerebral era casi irreparable.

Estaba recargado en la barra de la cocina aun con el control del televisor en la mano. Lo dejó a un lado y prendió un cigarro, estaba aburrido, Tom no llegaría hasta quien sabe a qué hora, estaban adquiriendo una nueva empresa, la primera en varios años y el trabajo se había multiplicado. El por su parte, tenía que cumplir una fecha de entrega del guión de su primera película, pero no podía decidirse a seguir escribiendo.

Caminó de regreso a la habitación, se acostó en la cama y tomó el celular marcando el número de memoria.

-Tom- dijo casi quejándose cuando contestaron
-¿Dónde estás?-

Lo escuchó reír -¿Dónde crees que estoy? En mi oficina, ganándome el pan, ¿todo bien?- sabía por el tono del pelinegro que no lo llamaba por una emergencia

-No, claro que nada bien, tengo ganas...-

El mayor rió de nuevo y Bill podía asegurar que tenía esa mirada de fuego que lo volvía loco -Y se supone que es mi culpa-

Bill ya estaba despierto, se pasó la mano por el pantalón rozando su erección -Por supuesto que es tu culpa, ven y cógeme...-

-¿Sabes que tu no das órdenes, verdad? Y también sabes que hoy llegaré tarde. ¿Qué haces?-

-Me estoy cambiando la ropa. Tengo muchas ganas y quiero recibirte como se debe- dijo quitándose el pantalón y pasando la lencería negra por sus largas piernas.

-Es muy osado de tu parte pensar que voy a ir para allá cuando te dije que tenía que trabajar- recibió un gemido de respuesta -De acuerdo...- cedió al fin -Pero quiero que lo hagamos durante el camino-

Bill se sonrojó de inmediato -No entiendo, ¿cómo lo haremos si no estás aquí?- creía saber a donde iba a la conversación pero nunca lo habían hecho así, sólo por mensajes y fotos que se llegaban a enviar cuando alguno estaba de viaje por trabajo.

-Haz lo que te digo. ¿Qué te estás poniendo?-

Bill se mordió el labio un poco nervioso y muerto de la vergüenza, una cosa era hacer las cosas que hacían, otra muy diferente era decirlas en voz alta.

-El conjunto negro que me regalaste en mi cumpleaños, el que dices que casi no cubre mi cuerpo...-

Tom gruñó de aprobación mientras salía al estacionamiento -Quiero que te imagines como mis manos suben por tus piernas y te aprietan fuertemente los muslos- Bill gimió -No seas egoísta, quiero que me ruegues, quiero que te arrodilles y me demuestres lo mucho que quieres que te folle- dijo fuertemente, con esa voz ronca que hacía que Bill casi perdiera la cabeza

DELIRIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora