⚠️ Masoquista ⚠️

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—Llegas tardé— reclamé.

—¡T.N!— contestó de mal humor ante mis reclamos.

—¿Por qué tardaste?— cuestione.

—T.N, voy a trabajar no a jugar, es normal que llegue tarde a casa— respondió.

—Sí ya se, pero vivimos juntos malditasea, quiero saber cuando llegaras tardé y porque—.

—¡T.N!— gritó —¡No tengo porque avisarte! Estoy trabajando para poder pagar donde vivimos—.

—Si lo sé, pero me preocupas—.

—T.N acabó de llegar, quiero descansar y cenar, no estoy de humor para seguir discutiendo—, hablo lo más tranquilo que pudo.

—Pero—

—Pero nada T.N, estoy cansado—.

—¡Dime si me estas engañando! ¡Si me estas poniendo los putos cuernos!— grite.

—¡Pero que estupidez estas diciendo!—

—¡Dime!— ordene. —Por eso no me tocaste ayer, no te seduce mi cuerpo porque tienes a otra—. Grité sin importar que los vecinos nos escucharan. Estoy frustrada, tengo miedo de pensar que me engaña, pero no puedo dejar de pensarlo. Estoy mal, ¿no es así? No puedo vivir sin él, dependo de él, no puedo vivir sin él.

—¡Malditasea T.N! ¡Escuchaste! ¡Para qué mierda quiero a otra mujer si apenas y puedo con una!—

—¡No es cierto!— grite, mi inseguridad comenzaba a hablar. —¡Ya no me amas!— grite. —¡¿Ya no soy suficiente para ti?! ¿Ya te aburriste de mí como todos los demás? ¿no es así?— mis ojos se cristalizaron, pequeñas gotas comenzaron a brotar de mis ojos.

—¡T.N! ¡Ya basta! ¡No quiero seguir escuchando tus estupideces!— gritó.

—¿Para ti soy una estupidez?— el corazón me dolía.

—No T.N, no eres una estupidez para mí pero me enoja las estupideces que salen de tu boca—.

—¿Me amas?— pregunté mientras limpiaba las lágrimas de mis ojos.

—Más que a nada en este mundo— tomó mi mejilla y beso esta. —Te amo T.N, no dudes nunca de mi amor por ti—. Abrazo mi cuerpo con tanta fuerza. Me sentía tranquila y amada en sus brazos.

—Pero ¿Por qué llegaste tarde?— pregunté nuevamente mientras abrazaba su cuerpo tan cálido.

—Pase a comprar unas cosas— dijo honesto.

—¿Qué compraste?— pregunté.

—¿Quieres ver?—

—Sí—

Tomó la bolsa que había dejado sobre el sofá, una bolsa mediana.

—Mira, traje unos juguetes para usar esta noche— dijo con una sonrisa pícara.

Lo miré fijamente mientras mostraba lo que había comprado. Unas esposas, un látigo, un antifaz, una cadena, una correa, una mordaza y un vibrador. Mis ojos se abrieron lo más que pudieron al ver los objetos que había comprado. Estaba asombrada y mi mirada lo decía claramente.

—¿Te gusta?— me preguntó sin dejar de mirarme. Trague saliva, estaba nerviosa, ¿Qué deseaba este hombre? Me preguntaba.

—Eh, no sé— realmente me sorprendió.

—Vamos a la recamara a jugar— tomó mi mano y nos dirigimos al lugar. Cerró la puerta, su mirada recorrio mi cuerpo de pies a cabeza. —Quítate la ropa como lo hiciste ayer. Provocame— ordenó.

Mi cuerpo actuó ante sus palabras, deseaba a este hombre igual como el me deseaba a mí. Mi cuerpo se movió lentamente, moviendo la cadera. Mis manos recorrian mi cuerpo tratando de seducir al hombre que me miraba fijamente. Comencé a quitar de mi cuerpo el top que cubría mis pechos. A continuación baje la mini falda negra que tenía dejando mi cuerpo en lencería. Este hombre recorría sus labios con su lengua mientras me miraba. Si te soy honesta, me encanta que me miré así. Tome los tirantes del bra y los baje lentamente sin dejar de mover mis caderas. Me sentía muy sensual. Desabroche el bra y lo deje caer al suelo. Mis pechos quedaron al descubierto y su mirada se centro en ellos con descaro. Me di la vuelta dejando ver mi espalda y glúteos. Baje lentamente la tanga que le encanta que use. Lentamente la baje mientras me agachaba, dejando ver mis glúteos sin nada. Una acción descarada pero me encanta hacer esto. Solo podía oír su respiración agitada. Mi cuerpo tembló ante su mirada. Sentí unas manos en mi cintura. Las cuáles rodearon esta. Beso mi espalda. Tomó mis manos y las puso sobre mi cabeza, colocando las esposas en ellas. Tomó el antifaz y lo coloco en mis ojos, dejándome sin visión. Tomó la correa y la coloco en mi cuello. Me puso de rodillas, en posición de cuatro. Tomó el látigo y comenzó a golpear mi trasero con fuerza. Sentía mucho dolor, quería gritar pero coloco una mordaza en mi boca, evitando que pronunciará palabra alguna. Mis glúteos ardían del dolor, mi cuerpo temblaba. Pero cuando sentí el vibrador ya estaba dentro de mí. Sentía dolor y placer al mismo tiempo. Mi cuerpo sudaba, mis piernas me temblaban. Entraba y salía de mí el vibrador sin piedad, sin dejar de golpear mis glúteos. Este hombre disfrutaba verme sufrir. Cuando el orgasmo llegó, el vibrador salió de mí. Pude sentir su lengua en mí, como jugaba con mis labios vaginales. Me corrí en su boca.

—Delicioso— Susurró.

Levantó mi cuerpo y lo llevó a la cama. Recostó mi cuerpo con mucho cuidado. Tomó la cadena y en cadeno mis pies. Mis brazos se mantenían sobre mi cabeza. Se escucho como se abrió la puerta. Y el silencio invadió el lugar. Estaba ansiosa, no podía ver, ni hablar. Nuevamente se escucho la puerta. Pude sentir como caía un líquido en todo mi cuerpo. Podía sentir como sus manos espacian el líquido por mi cuerpo, con caricias sucias. Comenzó a lamer todo mi cuerpo, comenzando con mis clavículas, sentía el aroma a chocolate. Paso su lengua por mis pechos, los cuales mordió y succiono, quitando por completo el chocolate que tenía. El placer que sentía era inmenso, no podía gemir, no podía tocar, no podía ver, era un castigo, algo nuevo. Mi glúteos aún ardían del dolor de los latigazos. Bajo sus labios por mi abdomen. Abrió mis piernas. Pude sentir algo helado en mi intimidad. Mi cuerpo tembló, mis piernas se cerraron pero nuevamente fueron abiertas.

—Tranquila es hielo— habló.

¿Hielo? Esta loco este hombre. Paso el hielo por toda mi intimidad, era extraño pero placentero. Sus dedos comenzaron a jugar en mi intimidad mientras pasaba el hielo. Poco a poco pude sentir que el orgasmo se acercaba. De un movimiento ágil mi cuerpo se movió, dejando mis glúteos ante él nuevamente. Nalgeo mis glúteos sin piedad. Sentía tanto dolor, estaban  lastimadas de los latigazos y ahora de las nalgadas que recibía. No podía quejarme. Abrió mis glúteos dándo paso a su pene erecto que entró de un solo golpe. Comenzó a moverse con tanta fuerza, que la cama rechinaba. Sin dejar de golpear mis nalgas. Mordía mi espalda. Era tanto el dolor y el placer que me confundían. Con la correa tiraba alzando mi cabeza, dejando ver mis facciones.

—Así querías que te tocara ¿no es así?—

Sentía como pequeñas gotas de sangre comenzaron a brotar de mis glúteos y espalda. Sus mordidas eran fuertes. Tenía mucho dolor pero el placer era igual o mucho mayor. No te podría decir si no me gustó porque ni yo lo sé.

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