Capítulo 27: Los colores del alma

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Caliente. Suspiros hechos vapor. Toques en llamas. Un chasquido mojado que se empañaba en las ventanas del auto. Un asiento vacío. Las manos firmes de Cristian, aquellas, subieron de las caderas al pelo de Heungmin. Firmes se agarraron de ellos para que sus labios le coman los suspiros. El frío que condensaba en el calor de sus pieles. Algo había en esos besos que se daban a cada ratito.

La madrugada en la ciudad era silenciosa. Los autos pasaban por la avenida, detrás suyo, de vez en cuando. Lejos de la costumbre, el local estaba cerrado y tenía nueva pintura. Tenía tantas cosas nuevas. Las cosas se llenaban de lo nuevo, incluso en el mismísimo Heungmin que tenía un nuevo olor. Cada vez que lo besaba, casi podía cazar el aroma a cigarros mezclado con esa suavecita vainilla suya. Tenía cosas nuevas para saber.

Un pico. Suavecito. Otro más. Cristian se rió. Otro. Lo besaría todas las veces que pudiera. Sus labios estaban hechos malvaviscos del rato que llevaba devorándolos. Otro más. El pulgar de Cristian encima del labio inferior de Heungmin logró que se separen un poco. Un poquito, no más. La luz tenue naranja iluminaba lo mojado y reflejaba lo que brillaba. Los ojos de Cristian se perdían en aquella imagen delante suyo.

—Un sabor a pucho tenés —dijo Cristian sólo para romper con el silencio. Se rió.

No pudo decir nada de lo que repasó en su cabeza porque Heungmin volvía a besarlo. Se tiró para adelante, como siempre, sin miedo él porque era así: no tenía miedo. Le robó otro beso de esos que hacen ruido. Caliente. Su suspiro se deshacía en vapor. Sus preguntas se hacían vapor en los desesperados labios de Heungmin que se comían sus suspiros.

Cristian no se negaba. No se quedaba atrás. Sus manos apretaron todo lo que agarraron. Le gustaba que sus manos se encajen perfectamente en la cintura de Heungmin, que su piel sea tan suave y haga cosquillas en sus dedos. Tenía al chico más lindo del mundo encima de su regazo, en su auto, como un regalo recién envuelto para él. Quizás por eso estaba lleno de preguntas antes de terminar de rasgar el envoltorio.

Volvía a ponerle los dedos encima de sus labios y se reía. Tenía que separarlo un poquito porque quería verlo a la cara. Su pulgar se mojó con la saliva que no sabía si era suya o del chinito ojos marrones que se moría por comerle la boca otra vez.

—¿Por qué estás tan apurado? —preguntó. Se le escapó una de las tantas que tenía dando vueltas. —¿Vas a algún lado?

Cristian se reía, Heungmin también. Un poco de vergüenza se ocultaba en la risa del extranjero que, entonces, escondió su cara en el hombro del morocho. Una caricia recorrió toda su espalda hasta llegar a su cabello. Cosquillas que trajeron un poco, poquito de paz.

—Si tenés que ir a tu casa, avisame —Cristian seguía hablando en ese tono tan suavecito que le hacía caricias al ambiente. Combinaban perfecto con sus toques en el pelo. —Es tarde.

—No quiero ir.

—Empezamos —murmuró.

—Qué rico olor tenés. —La voz de Heungmin estaba un poco tapada por su hombro. Sentía la respiración del chico en su cuello. Aspiraba suavecito y su exhalación chocaba contra su piel.

—¿Viste? —Cosquillitas le recorrían todo el cuerpo. —Me compré un perfume ¿qué tal? Esa no la esperabas.

Heungmin se rió. Ese segundito y medio sirvió para aligerar un poco el ambiente que perdía temperatura. Estaba tibio. Algo más daba vueltas por el lugar y Cristian no podía saber qué. Sus manos sólo bailaron encima del cuerpo del muchacho, dándole todas las caricias que podía, como si fuera un arpa caída de las nubes. Las cuerdas brillaban cada vez que las tocaban.

Limpió un poco el vidrio del auto. En la ventanilla se podía ver la plaza de la ciudad, naranja y nocturna bajo el cielo que de a poco se despejaba. Un chico dejó la bicicleta tirada y la pateó. Cristian miró como el chico maldecía y hacía escándalo solito en la plaza. Cristian miró. Miró mejor.

Friday (You're in Love) | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora