Capitulo 3: Suyo

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Algo que a Cristian le costó mucho al principio de su separación, fue pensar que Valentino estaba más tiempo con su mamá que con él. Se quería poner a llorar las primeras noches cuando pensaba que su hijo querría más a su madre que a su padre y que de a poco se iría alejando de él cuando cumpliese más años.

No le gustaba mucho que la atención de su hijo esté en otro lado, porque lo quería para él. Entonces, costaba.

Pero Valentino siempre demostraba tener toda su atención y cariño... a Marmolado.

No iba a decir que en su tiempo estaba celoso de esa bola de pelos y que quería tirarla a la calle para que Valentino le preste más atención, aunque en realidad lo pensaba.

Se encariñó con el gato y ahora no le gustaba que la vecina le diera mimos, porque era su gato y de su hijo. Algo así cuando alguien quería manejar su auto. O usar sus cosas.

Lo suyo era importante porque Cristian sabía que era no tener nada. Protegería lo suyo porque, al final, era parte de él.

—Papi— Valentino salía del cuarto, recién cambiado. —¿Vamos al club?— 

—Ahora vamos, esperame—

Un pequeño descanso para sus brazos cansados.

Algo suyo.

Como siempre el auto estacionaba al frente del club. Cristian pintaba su sonrisita suave, tratando de no mostrar la sonrisa más grande que se ocultaba cuando había gente. Era un adolescente, porque nunca iba a saber cómo manejar esos sentimientos que nacían de su pecho. Era casi como volver atrás en el tiempo y sentirse joven otra vez, un poco más vivo.

Era casi hasta estúpido.

—Te estás riendo mucho— Valentino levantaba una ceja.

—No me estoy riendo mucho— se defendía Cristian, medio riéndose, nervioso, para después ocultar su cara en el volante.

Golpecitos en la ventana sacaron a Cristian del escondite. La sonrisa de Paulo brillando en la ventana, esperándolo y, de paso, saludando a Valentino que se movía emocionado por verlo. Despacito bajaba el vidrio, dejando que el frío helado del invierno entrara por la ventanilla.

—¿Qué hacés, mugriento?—

—Tu hermana mugrienta—

La risa se contagió en los amigos que se saludaron dándose golpecitos a través del afuera y el auto. Mejor se saludaron con esos abrazos suyos cuando Cristian abrió la puerta y lo cazó en sus brazos con una felicidad que tomó a Paulo por sorpresa, pero no por disgusto.

—Epa, despacito, casi me tirás, tarado— Separó un poco a Cristian de él, mirándolo a los ojos, tratando de descifrarlo. —Qué cara de feliz cumpleaños que tenés—

Era imposible ocultar su nerviosismo que temblaba hasta en la yema de sus dedos.

—Dale, decime, a vos te pasó algo—

La risa nerviosa escapó de la boca sellada de Cristian en un casi resoplido que escupía.
—No, tarado, ¿qué me va a pasar a mí?—

—¿Andás de novio?—

—¡Andá!— Reía mucho, demasiado. —No, no, ¿qué de novio voy a andar yo? Tonto. No me pasó nada. Aparte ¿de dónde voy a sacar un novio— (epa) Se corrigió: —novia yo?— Chasqueó la lengua. No pasó nada. —No, yo no, ¡otra vez no!— Una exagerada expresión, empujando a Paulo un poco, más en ademán que en broma.

—Hacete el boludo—

Se rieron los dos, aunque fueran cazador y presa... metafóricamente hablando, porque Paulo lo habría cazado en menos de dos minutos si estuviesen jugando a eso. Él sí que que siempre había sido el mejor corriendo, luciéndose en los juegos de educación física o hasta en facha.

Friday (You're in Love) | Cutison.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora