Capítulo 35 - Bitha

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Parte 2/3

Con el simple tacto de su mano acariciaba la pared provocando que la misma se prendiera en llamas, hizo lo mismo con el resto de la casa mientras caminaba por los pasillos para salir. Silbaba una tétrica melodía que iba acordé a lo que ocurría detrás de ella. Empezó a cantar:

¿Dónde estarán los hombres?
Pensando en tener hijos,
usando su preciosidad para cumplir los ritos.
¿Dónde estarán los hijos?
Pensando en ser hombres,
creyendo en su ingenuidad para elevar su nombre.
¿Dónde estarán los reyes?
Sentados en su trono,
mandando cada dos por tres a héroes y corruptos.
¿Dónde estarán los Dioses?
Bebiendo de su vino,
observando desde el cielo a sus seres en el piso.
¡Somos peones de una fuerza superior!
quien simplemente nos ve y deja en nuestro dolor.
Algunos nacen para gobernar y otros para ser gobernados, demostrando así la rivalidad que hay entre hermanos.

Llegó hasta la puerta que daba al gran salón y vio a Shisui de cuclillas al trono. Se ocultó bien para que no la viera o escuchara.

_Es una fina línea, la que nos divide...__ susurraba su canto__...entre el bien y el mal en el que nos pusiste__ terminó.

La niña levantó la nariz olfateando repetidas veces. Arrugó la cara.

_¿Fuego?__ tomó sus libros y saliendo afuera pudo ver el humo__. Ay no ¡FUEGO!__ gritó__. EL TEMPLO SE QUEMA.

Volteó justo cuando más aldeanos estaban perdiendo la consciencia. Se asustó, su cerebro no procesaba bien lo que sus ojos veían.

_"¿Por qué me siento tan débil?"__ calló de rodillas y poco después se desmayó. Lo último que logró ver fue ese polvo siendo esparcido por la silueta de una mujer a la cual identificó erróneamente como su hermana.

Se oía la madera de algunas casas quebrándose y los gritos de auxilio de las personas corriendo de un lado a otro cuando el fuego comenzó a descontrolarse. De un segundo a otro, el bosque también era parte de las danzantes flamas que desprendían las manos de Kitsune iluminando los oscuros pasajes donde dormían los animales.
La Anciana Madre despertó de su sueño al oír el escándalo.

_Por los Dioses__ dijo asustada al ver un gran sector del templo en llamas.

Si antes hacía calor, ahora era peor, ni siquiera los elementales podían usar su poder para sucumbir al fuego.
Astrid salió de su casa tan rápido como su débil cuerpo le permitía para intentar ayudar a las personas que seguía despiertas. Inmediatamente ella se colocó un paño en la nariz para no inhalar el humo.

_¡VAYAN A LA ENTRADA DE PIEDRA! ¡CORRAN!__ guió con sus manos.

Una bola de fuego cayó del cielo hacia donde corrían las personas matando a unos cuantos. Era Darius siguiendo las órdenes de su ama, no debía permitir que ellos escaparan.
Los escombros tapaban muchas salidas seguras, el bosque era peligroso debido a las llamas provocadas por el demonio.
Estaba haciendo un horno gigante con la Isla.
Al quedarse quietos en un lugar, la profeta entrecierra los ojos hacia los árboles de la entrada. Esos espacios oscuros eran acaparados por pequeñas bolitas rojas brillantes.

_Anciana Madre__ susurró un hombre viendo lo mismo que ella.

_¿Qué es eso?

_¿Son ojos?

Lentamente como si fueran leones, salen de las sombras revelando sus horribles apariencias. De cuerpos bestiales y negros, ojos rojos y grandes dientes afilados. A simple vista eran monstruos deformes. Tenían las piernas más cortas que los brazos y puntiagudas garras impregnadas de un veneno ponzoñoso.

Sangre Helada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora