Capítulo 3🌻

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Capítulo 3…

         Mi casa estaba sola, muy caliente a diferencia del clima fuera. Fui directo a lavarme las manos y luego fui a la despensa a comer algo.

Mientras me preparaba la merienda pensaba en el rostro de Mario. Tal vez fue el tiempo que llevaba sin verle, le veía diferente. Quizás más gordo, más alto o menos peludo, pero, sí vi que tenía algo distinto desde aquella vez.

Encendí el Xbox, mi mejor opción era jugar Mortal Kombat. Tenía miles de tareas, pero en ese momento elegí ser feliz. Mi personaje favorito era Mileena. Este juego a pesar de ser una de las actividades que hacía con Mario, no provocaba angustia u otro sentimiento. Me gustaba y no solo por aquellos recuerdos.

Horas después llegó mi madre, se quejaba de el desorden que ella había dejado antes de irse. Porque sí, si no hago las cosas yo, no las hace nadie más. Según ellos están cansados y no hago nada. ¿No me canso yo? ¿La escuela no es agotadora? ¿Por qué carajos se olvidan que tuvieron mi edad? Mi papá me cuenta de sus aventuras con mi madre cuando eran jóvenes, simplemente no me dejan hacer ni la mitad.

¿Cuándo me va a tocar sentir la adrenalina? ¿Cuándo va a ser el día que sea libre? ¿Cuándo llegará el día que no dependa de nadie?. Amo a mis padres, pero no podemos convivir bajo un mismo techo. Me considero rebelde cuando nadie me escucha o me quitan la razón. ¿Por qué los padres no aceptan que se equivocan?

Me tocó apagar el juego e irme a tender las camas, menudo fastidio de vida. Suspiré mientras acomodaba todas las sábanas o cojines. Iba haciendolo todo, pero mi madre me pasaba por el lado solo susurrando<<Malcriada, mal agradecida>>. Pero, también estaba la típica frase <<Sin nosotros no eres nadie, nos debes todos a nosotros>>. ¿Quiero eso? ¿Ella de verdad cree eso? ¿Quién mira mis problemas?, claro, ella solo sabe hacerse la víctima y poner en un altar a mi hermana mayor. Ella es la hija perfecta, tanto que con veinticinco años aún vive bajo su techo.

¿Existirá alguien que se preocupe por mí? ¿Cómo va a existir?. Ni siquiera le importo a mi familia.

…Narra Pablo…

      En mi casa solo estaba el pequeño Max y mi madre, con cariño me recibió y depositó un beso. Estaba haciendo un pastel y mi hermano menor estaba esperando que ella le sirviera otro postre.

—¿Tienes hambre campeón?—pregunté saludándolo con un puño.

—Sí, estoy en proceso de crecimiento. Debo alimentarme como un hombre.

—Como estas creciendo deberías botar la basura y así ayudas a tu hermano—bromeó mi madre sin quitarle la atención al pastel.

—En realidad, creo que aún soy un simple niño.

Mi madre me miró y juntos sonreímos. Le di un pequeño golpe en la cabeza a Max y él solo hizo una mueca con la lengua.

—¿Cómo fue tu día en la escuela?—pregunté sentándome a su lado.

—Tranquilo, estamos dando los mismos cálculos de siempre. Yo quiero aprender cosas nuevas, como las que me enseñas tú.

—Bueno, te tengo un regalo. ¡Sígueme!—ordené y le hice un gesto con la cabeza.

En mi mochila tenía guardado un libro que le había comprado “Sin agua nada es posible”. Quería que él aprendiera, que le guste saber cómo siempre me gustó a mí.

El niño miraba con fascinación el objeto en sus manos, solo escuché un <<Voy a leerlo, gracias>> y se fue dejando la puerta de mi habitación abierta.

Me quité el uniforme y me puse mi ropa deportiva con uno de mis abrigos más gordos. La tarde estaba un poco fría. Salí en mi bicicleta hasta la cancha, allí me esperaban algunos colegas. Estaba ansioso por demostrar algunas jugadas que había estudiado.

Estaba la jugada baja canasta, saliendo casi al triple para el primer bloqueo y la salida en el lado contrario hacia el balón. La zona queda totalmente despejada para conseguir una canasta fácil, si el otro jugador queda pinchado.

Mi grupo llevaba tiempo buscando métodos para ganar. El otro equipo era muy bueno y no solo eso, también eran muy unidos.

Mientras picaba el balón observé a Victoria con un rostro enfurecido. Iba cubierta de ropa rosada y con los brazos cruzados. Con esa ropa ¿ella no cree que parece una princesa consentida? Le dí el balón a uno de mi equipo, tomé mi bicicleta y la perseguí.

Como la calle estaba prácticamente sola daba brinquitos de impotencia o daba pisotones mientras murmuraba solo Dios sabrá qué. Me limité a molestarla hasta que vi que se arrodilló cubriendo sus rodillas con los brazos. Dejé mi bicicleta a un lado y me puse al lado de ella.

—Al parecer siempre te encontraré en situaciones dolorosas para ti— dije y ella solo me observó llorosa.

—Eso parece—susurró secándose las lágrimas.

—¿Vives por aquí? —me levanté para luego ayudarla a hacerlo—. ¡Toma mi mano! ¿Lloras por tristeza o por impotencia?

—¿Ambas? Puedo decir que estoy triste por impotencia. Y sí, vivo a unas cuadras.

—Pareces un algodón de azúcar vestida así— bromeé y ella soltó una pequeña carcajada disimulada.

Nunca había notado que ella era linda. Solo me limitaba a mirarla como una conocida por respeto a su mejor amigo. Su cara colorada, ojos hinchados y la sonrisa a pesar de ser un mar de lágrimas le hacen ver hermosa. Ella me observaba en silencio, nada más incómodo que eso ¿Qué iba a decirle? Seguramente a mí no me contaba que tenía.

—Bueno…—aclaró su garganta colocando su puño en la boca—. El algodón de azúcar se tiene que ir.

—También yo—mentí, no iba a volver a la cancha de baloncesto ¿Qué me hago ahora? Esto solo me puede pasar a mí.

Monté en mi bicicleta y miré a los lados ¿Qué me hago? ¿A dónde voy?

Me metí en la ducha, estaba sudado y olía fatal. Entré en mi cuarto envuelto en una toalla, me daba tiempo de jugar dota antes de la cena. Mi hermano entró al cuarto, caminaba de un lado a otro poniéndome nervioso.

—¿Quieres algo?—pregunté después de finalizar la partida.

—No... sí—acarició su mandíbula—. Mañana tengo una cita.

—¿Una cita?—pregunté burlón—. ¿Cómo es eso que tienes una cita?

—La quiero llevar a la heladería—dijo orgulloso.

—¿Tienes dinero?—negó y entendí que tenía que ver yo, sería su patrocinador—. Te daré diez dólares, pienso que te alcance.

— ¿Tan poquito?—dijo desanimado—. Dame más. Por favor Pablo, quiero quedarme con el cambio.

— ¿Te presto ropa?

—¿Para qué?— preguntó confuso.

—Olvídalo. Cualquier cosa que suceda mañana y quieras contarme me llamas.

—Yo soy experto en mujeres, he tenido más de una y tú solo una—dijo arrebatándome treinta dólares—. Gracias.

Salió corriendo. Increíble, a esa edad yo solo quería jugar cartas y ver animes. No es mentira cuando dicen que la juventud está perdida.

…Nota de la autora…❤️

¿Qué opinan de la vida de los personajes fuera de la escuela? Dejen en los comentarios su opinión 🥴❤️❤️

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