Aylín a nacido como maga en un mundo cada vez más decadente para los humanos y con su magia logro salvar a su gente. Ahora que el rey la a comprometido con uno de sus hijos ella deberá encontrar su lugar en la corte, mientras trata que el secreto de...
Físico: Cabello castaño claro ondulado y largo.Rostro ovalado. Ojos azules, grandes y expresivos. Labios gruesos, cejas rectas. Pecas espolvoreadas en sus mejillas y nariz
Edad:21 años. Nacimiento: 7,713 Luna del Ciervo (Verano). Lugar de Nacimiento: Islas del Viento Hogwarts: Ravenclaw Lineamiento inicial: Moral/Neutral Comida favorita: Trozos de Manzana espolvoreados con Canela Color favorito:Azul Marino Hora del día: Por la mañana Pasatiempo: Tocar el rabel
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Aylín estaba aburrida y le dolían los pies. Ella y Joanney llevaban ya varías horas en aquel corredor de la planta baja del castillo, iluminado por amplias ventanas. Se detenían en cada pintura que cubría las paredes mientras Cora les contaba con voz apasionada la historia de cada uno de los retratos.
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Hace dos días el rey había ordenado que sus hijos tenían que pasar tiempo con Aylín obligatoriamente; a las pocas horas Cora se presentó ante la nueva princesa ofreciéndose como dama de compañía y maestra. <<Ahora como princesa debes estar bien educada y ser competente, y no hay nadie mejor que yo para convertirte en alguien respetable.>> le había dicho.
Aunque Cora continuaba con su actitud de superioridad, Aylín pensó que sería divertido tomar esa oportunidad para molestarla un poco y bajarla de su pedestal. Que equivocada estaba. Cora era una institutriz firme y no le gustaba perder el tiempo en tonterías.
—El gobierno del rey Alexander terminó con su muerte en el año...
—Ya, detente un momento por favor. —dijo Aylín agobiada. Mientras Cora seguía señalando al hombre con rostro enojado que las miraba desde el retrato. —Esto es demasiado. ¿Cómo quieres que memorice todo esto en un solo día?
Cora la miró un momento y suspiró con resignación.
—Tienes razón. Debí ser más consciente de que esto sería complicado para tí ya que nunca recibiste una educación formal. ¿Qué te parece si vamos más despacio a partir de ahora?
—De acuerdo.
—Bien, dime ¿hasta que número sabes contar?
Joanney tuvo que girarse para tratar de disimular que aquello le había hecho gracia, más porque la pregunta era sincera.
Aylín torció el gesto y se cruzó de brazos ofendida.
—De hecho muero de hambre. Cora ve a traernos la comida por favor. Hoy quiero comer en el jardín de las rosas blancas.
—¿En el exterior? —Cora arrugó la nariz con desagrado.
—Si, en el exterior.
—Entonces pídeselo a cualquiera de las sirvientas, Aylín.
