Corta Despedida

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Esa mañana Bianca estaba en el despacho del primer piso de la fortaleza, sentada frente a uno de los escritorios y con varios papeles llenos de números y problemas por resolver.

Lenna ya había hecho los presupuestos de las cuarenta casas para los refugiados que se quedarían y había analizado las diferentes opciones de proveedores para encontrar el mejor y más adecuado. Ahora la tarea de Bianca era realizar los mismos procedimientos para tratar de llegar a los mismos resultados y conclusiones.

Hace no mucho tiempo aquello le parecía tedioso y confuso, pero ahora lo disfrutaba. Era genial poder sentirse útil y notar como algo que antes le parecía tan complicado ahora le resultaba sencillo. Si eso había logrado aprender en unos cuantos días, se preguntaba de lo que sería capaz en un año o dos.

Se le ocurrió mandar pedir más libros o preguntar a Lenna por algunos. Había tantas cosas que aún no sabía. Quería aprender sobre el viejo continente, sobre el lugar de donde venía aquella gente. También quería conocer todas las leyes y tal vez estudiar algo de sanación. Todo lo que pudiera serle útil en el futuro.

Se alegró solo con esas ideas, el pensarse como una mujer importante y de autoridad, así nadie más se atrevería a menospreciarla.

—Pareces de buen humor.

Bianca levantó la mirada sorprendida, solo para encontrarse con los plateados ojos de Ikaro. Estaba vestido con pantalones oscuros y una holgada camisa roja mal cerrada, pues dejaba ver la piel de su firme pecho.

Bianca se puso de pie por reflejo mientras él caminaba hacía ella.

—¿Qué haces aquí? No es un lugar al que puedas entrar como si nada. —dijo ella molesta.

—¿Quien lo dice?

—Yo lo digo. Así que vete antes de que te metas en problemas.

A Ikaro no pareció importarle pues llegó hasta el escritorio y se sentó en él.

—Tranquila, solo vengo a despedirme.

Bianca ya lo había oído mencionar. Sarah ya había partido hace cinco días y sabía que Ikaro y Malthus también lo harían pronto.

—¿Cuándo te irás?

Se arrepintió de preguntar en cuanto las palabras salieron de su boca, pues la sonrisa de Ikaro al notar su interés fue encantadora.

—Zarparemos esta tarde, iremos en busca de más refugiados. Pero no te preocupes, mi barco es el más veloz de todos, volveré antes de lo que te imaginas.

—No me importa. Entre más lejos estés de mí, mejor.

Ikaro se levantó del escritorio y dio unos pasos hasta ella.

—No te creo, en realidad presiento que me extrañaras muchísimo.

—De verdad...

Bianca no lo vio venir, fue demasiado sorpresiva la manera en que Ikaro la tomó de la nuca y la acercó hacía él para tocar sus labios con los suyos. Perdió el aliento un momento por la conmoción, pero no cerró los ojos como si lo había hecho él. En cambio usó sus dos manos para apartarlo y luego lo cacheteo en el rostro tan fuerte como pudo.

—¿Cómo es posible que seas tan descarado? —dijo Bianca con furia. —Estoy casada y con un hijo en el vientre. ¿Estas loco o solo eres un completo idiota?

Ikaro enderezó el rostro tras el golpe, en su mejilla había quedado un largo rasguño. Se llevó la mano hacia la herida solo para manchar sus dedos con las pequeñas gotas de sangre que salían por esta. Al notarlo Ikaro rio animado.

Ojos Amatista - Espíritus Nocturnos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora