Se sentía triste y cansada todo el tiempo. Solo quería estar dormida e ignorar todas las ideas y preguntas que no dejaban su mente en paz. Era abrumador el no poder dejar de pensar en la magia que habitaba dentro de ella, esa magia que antes le parecía inalcanzable y que ahora podía sentir que respiraba junto a ella cada que se llenaban sus pulmones.
Era repugnante el saber la procedencia de aquella energía; y recordaba a los asesinos del bosque y al pobre hombre que murió sacrificado en aquel lugar. ¿Ella había sido como ellos? ¿A cuantas personas les habría hecho lo mismo? ¿Qué atrocidades habrá tenido que cometer para ganar el favor de Akbal? ¿Por eso había nacido donde nació, siendo la hija de un noble y no de un campesino?
Se cubrió con las sábanas y abrazó su cuerpo. Hacía tiempo que el sol había salido, no sabía cuánto exactamente; pero ella aún no tenía humor de levantarse ni salir de su habitación, no lo había tenido desde hace varios días. Tampoco había comido como debería y le había pedido a todos que la dejaran sola. No se sentía merecedora de nada que cualquiera pudiera ofrecerle, ni tiempo, ni atención, ni cariño.
En el castillo se había corrido el rumor de que la princesa estaba muy enferma o que algo en la última carta proveniente de las islas la había sumido en una terrible depresión. Aún así todos tenían instrucciones de no molestarla, pues incluso los esfuerzos de Joanney por hacerla salir de su habitación fueron en vano.
Aylín no comprendía cómo en aquellas condiciones de pesar y angustia sentía su magia a flor de piel. Estaba tan a su alcance, como si siempre lo hubiese estado. Una fuerza que le decía que si ella quería podría sumir el castillo en tinieblas, o congelar el lago entero con solo tocarlo, era una sensación embriagadora y atemorizante.
Escuchó la puerta de su habitación abrirse y a alguien que entraba en ella, pero en lugar de asomarse, Aylín se hundió más entre los cobertores.
—Ya no insistas por favor. —dijo ella con tranquilidad—. Ve a practicar con tu rabel, te será de más provecho que tratar de convencerme.
Percibió como unos pasos se aproximaban y estos eran más pesados que el suave andar de Joanney.
—Entonces es verdad. —escucho decir a una voz grave y masculina—. ¿Qué demonios pretendes?
Ella reconoció la voz al instante pero eso no le ayudó a disimular su sobresalto al ver a Demian parado a solo un metro de su cama. El príncipe estaba cruzado de brazos y con expresión ceñuda.
—¿Pero qué haces aquí? ¿Tienes idea de lo inapropiado que es esto? —dijo Aylín escandalizada —. Vete ahora mismo.
—¿Inapropiado? —él rio por lo bajo—. Creí que habíamos superado eso cuando despertaste en mis brazos.
Aylín se ruborizó pero no tuvo tiempo de objetar nada, pues Demian se apresuró a la ventana y corrió las cortinas dolorosamente rápido. Ella reaccionó al ardor en sus ojos cubriéndose de nuevo con los cobertores.
—¿Es en serio? —bufó Demian—. ¿Cuánto tiempo más planeas estar así?
—Por favor, déjame sola.
Ella cerró los ojos y se concentró en escuchar como Demian se alejaba, igual que habían hecho los demás. Pero en lugar de eso sintió que algo se movía en su cama y un segundo después la sábana y los cobertores le fueron arrancados con un rápido y preciso movimiento. Aylín gritó del susto y gritó de nuevo al darse cuenta que ahora estaba frente al príncipe con solo una ligera bata para dormir blanca.
Pero él estaba de espaldas a ella, no estaba segura si había alcanzado a ver su cuerpo antes de girarse, pero ahora tenía cuidado de no hacerlo mientras hacía una bola con la ropa de cama.
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Ojos Amatista - Espíritus Nocturnos 1
FantasyAylín a nacido como maga en un mundo cada vez más decadente para los humanos y con su magia logro salvar a su gente. Ahora que el rey la a comprometido con uno de sus hijos ella deberá encontrar su lugar en la corte, mientras trata que el secreto de...