•NARRADOR•
Durante el trayecto en el auto, Jareth no pudo evitar iniciar alguna conversación con Isabella, le daba curiosidad que ella siempre miraba la Luna o las estrellas, para luego acabar apartando la mirada y cerrando los ojos, como si disfrutase hacerlo.
Y al no tener el valor para preguntarle porque lo hacía, se propuso así mismo descubrir el porqué de ese acto o manía.
Pero aun así no dijo nada y se dedicó a conducir hasta algún lugar-a ninguno en especial- con la finalidad de distraerse del estrés y frustración que le causaba ser el que manejara la empresa de su padre.
Habían llegado a una especie de bosque, pero a él le inquietó la sensación de ya conocer ahí, pero no lo recordaba.
Ese lugar, estaba repleto de flores de todo tipo, desde margaritas, girasoles, dientes de león, hasta tulipanes, no pasó por alto la sonrisa de Isabella al observar lo que los rodeaba, aunque remarquemos que casi nadie sabe el encanto que tiene Isabella hacia las flores, a todas literalmente, pero había una en especial que le encantaba, algún día sería descubierta, por hoy solo ella y su corazón lo saben. Al centro de todas esa flores, estaba un estanque que tenía una guía de luz tenue a su alrededor, supuso que para darle un contraste a ese estanque.
Pero la sensación de ya conocer ese lugar aún seguía en él.
—¿Ya has venido aquí? —preguntó Isabella, en su mirada se reflejaba la curiosidad por el lugar, y un brillo que Jareth no pudo evitar observar disimuladamente.
—Ni yo lo sé, siento que sí, pero a la ves siento que no ¿Sabes?
Se metió las manos a los bolsillos y siguió hablando.
—Siento rara la sensación que me causa.
—¿Un deja vú? —se atrevió a decir.
—Pueda ser.
Jareth le hizo un gesto a la chica para avanzar hacia el estanque, en el cual tenía un tronco tirado cerca del mismo. Así que decidieron tomar asiento ahí, y contemplar a los peces.
—¿Sabes? este lugar me gusta —la chica exteriorizó su oponion acerca del lugar y la tranquilidad que emanaba el mismo causando una sensación hermosa a Isa.
El viento golpeó sutilmente el rostro y cabello de Isabella.
Y como era de esperar, Jareth la vio con detenimiento, y no pudo apartar la mirada ni cuando Isabella cerró sus ojos con lentitud unos segundos.
Fue donde se dio cuenta que Isabella tenía pecas esparcidas por sus mejillas y nariz, las cuales se preguntó como no se había dado cuenta de ellas antes.
Se mira bonita con ellas, pensó.
Frunció el ceño intentando observar con muchísima más atención aquellas pecas que a penas y habían sido descubiertas, pero al darse cuenta que Isabella abría los ojos al sentir el peso de su mirada, fijó su vista en el cielo estrellado.
Pero en realidad nunca pudo prestarle atención al cielo, sino que se perdió en sus propios pensamientos. Llego incluso a preguntarse, ¿Volvería a creer en el amor?
Pero él y su mente razonaron y dieron un rotundo no, ante la pregunta, eso ya no va a ser posible, fue lo que él pensó.
Un vago recuerdo llegó a su mente al volver a poner su mirada fija en el cielo.
Mi padre me había traído aquí cuando era un niño, pensó y al mismo tiempo recordó.
—¿Te pregunto algo? —Jareth llenó el silencio que reinaba en ese momento con aquella interrogante.
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Hasta que llegaste tú
Roman d'amourÉl, un padre soltero de veintiún años con un niño de cuatro años. Dueño de una empresa, millonario, frio, tiene carácter, serio, pero con su hijo es todo lo contrario, les encanta jugar bajo la lluvia. Su padre acaba de fallecer, y no sabe que hacer...