Trabajo duro

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Finalmente el largo fin de semana había pasado. A Neuvillette y Wriothesley les tocaba volver al trabajo, y volver a verse las caras.

Neuvillette solo pensaba en el próximo movimiento de Wriothesley, probablemente ahora lo tendría más pegado que nunca y eso le asustaba. Tenía miedo de herir a Wriothesley con sus palabras, pues apreciaba mucho su espacio personal, y tener a alguien constantemente insistiendo lo frustraba y hacía enojar.

La luz del día comenzaba a aflorar, lo que significaba que debían entrar al trabajo pronto. Como supuso Neuvillette, Wriothesley ya estaba en la puerta del tribunal, durmiendo de pie por supuesto.

Soltó un suspiro y una sonrisa inconsciente se formó en su rostro. Al darse cuenta, movió la cabeza para volver a su típico rostro, al mismo tiempo que daba pasos para acercarse a la puerta.

— Wriothesley, — El mayor meneó suavemente el hombro del pelinegro para poder despertarlo, a lo que el menor dio un respiro hondo y un salto algo asustado. Se encontraba en un sueño muy profundo sin duda. — buenos días.

Wriothesley abrió grande los ojos al estar frente a frente con Neuvillette. Nuevamente su cobardía no le permitió decir todo lo que quería y lo que estuvo planeando el fin de semana dando vueltas por su casa.

— S-su señoría, buenos días —. Saludó Wrio, con una media sonrisa formada en su rostro. Su mano viajó a su cinturón para tomar la llave del tribunal y abrir la puerta, permitiéndole el paso a Neuvillette.

— ¿De verdad vale la pena todo esto? — Reflexionó el menor en su cabeza, hundiéndose en sus pensamientos un par de segundos sin mirar a Neuvillette. Otra vez había recordado la forma en que había sido rechazado que ni siquiera se atrevía a mirarlo.

Se encontraba cabizbajo a un lado de la puerta, pensaba que se estaba rindiendo muy fácil, pero la indiferencia de Neuvillette le hacía sentir que no existía ni una rendija disponible en aquella dura pared de hielo que le permitiera entrar.

Es inútil.

— Oye, Wriothesley... — La grave voz que resonó a lo lejos hizo que el corazón del pelinegro comenzara a latir más rápido de lo normal. No podía creerlo. — puedes venir un momento.

Neuvillette había llamado a Wriothesley. Desde que llegó y se sentó en su puesto de juez había pensado en que tenía una conversación pendiente con el menor. También había notado lo incómodo e inquieto que se encontraba apenas llegó, por lo que supuso que se debía a lo que había pasado días antes. La "relación" que tenían no volvería a ser la misma y Neuvillette lo sabía.

Wriothesley ingresó en el tribunal apenas escuchó el llamado. Para suerte de ambos, a esas horas de la mañana no entraba mucha gente al lugar, el trabajo duro comenzaba casi una hora después por lo que tenían tiempo de sobra para hablar.

Las botas de Wriothesley resonaron por todo el lugar y se sentó frente a Neuvillette, específicamente en el lugar de personas condenadas. Retrataron una escena que Wrio había visto varias veces, solo que ahora él era parte.

— ¿Qué pasa, Neuvillette? — Los grisáceos se encontraron con los brillantes y lila ojos del contrario que lo miraba desde arriba, el contacto visual duró unos segundos hasta que Neuvillette respondió:

— Quiero disculparme por lo del otro día, no quiero que tengas una mala impresión sobre mi... — El mayor bajó un poco la vista al hablar. No quería sisear y mostrarse nervioso frente al chico. — Me sorprendió demasiado tu confesión, solo necesito tiempo para pensarlo y te daré una respuesta — Espetó.

El menor se levantó del asiento dirigiéndose aún más cerca al puesto del juez. Subió un par de escalones para que quedaran a la misma altura y tomó la mano del mayor delicadamente. Esa vez que Neuvillette le pidió que no volviera a tocarlo tan repentinamente no le importó mucho en realidad, era su oportunidad y no la iba a desperdiciar.

— Neuvillette, créeme, soy capaz de esperarte una eternidad si es necesario. — Habló el menor con sinceridad, mientras daba suaves caricias con su pulgar en la mano del mayor que se encontraba atrapada en un guante, como de costumbre. — Desde hoy, le juro lealtad eterna, su señoría. — Los cálidos labios del menor dejaron un pequeño beso en la mano que sostenía.

— A-ah... — Expresó el mayor por lo bajo. Se encontraba impresionado al escuchar las palabras de Wriothesley y la acción tan atrevida que había efectuado con sus labios. Aunque encontraba esas palabras algo intensas, no pudo evitar que su corazón se acelerara y cada vello de su cuerpo se erice, añadiendo que sus mejillas se habían tornado rojas y el calor de su cuerpo comenzaba a incrementar.

— E-está bien, puedes volver al trabajo.— Volvió a hablar el mayor, safandose rápidamente de la situación, con todo su cuerpo palpitando y liberando calor.

Wriothesley se dio cuenta de cómo se encontraba Neuvillette, por lo que solo asintió y se retiró feliz. Mordía su labio para no gritar de la felicidad mientras salía y apenas regresó al pasillo, se escondió tras un pilar para soltar una pequeña risita mientras tapaba su cara con sus manos. Neuvillette se encontraba con la cabeza hundida entre sus brazos, y sus fríos guantes tocando sus mejillas para que el calor se detuviera, no quería que nadie lo viera de esa forma definitivamente.

Neuvillette no estaba disfrutando para nada tener que lidiar con esos sentimientos otra vez, mientras que Wriothesley saltaba de la felicidad a la mínima interacción con el juez, que ya se estaban haciendo más constantes y cercanas.

— Cuidaré tu corazón, Neuvillette...

Tribunal De Amor | WrioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora