Calor

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Las manos de Wriothesley viajaban por la suave y caliente piel desnuda de la espalda de Neuvillette. Tenían un desastre hecho en el sofá y sus cuerpos se encontraban casi ardiendo de la excitación. Solo unos pocos minutos habían bastado para que una erección creciera en el pantalón de ambos. Neuvillette al darse cuenta del bulto que presionaba en sus glúteos, se sonrojó de forma violenta y no lo ocultó como otras veces.

Volvió a acercarse a la boca del menor para besarlo, esta vez introduciendo con timidez su lengua para enredarse con la ajena. Todo su cuerpo se había vuelto sensible y las grandes manos que recorrían su espalda le provocaban jadeos que se perdían en la boca del pelinegro.

Se separó el mayor y miró a Wriothesley con ojos brillantes de suplica, en tanto que sus brazos le rodeaban el cuello. La cadera de Neuvillette comenzaba un lento vaivén  sobre el bulto del menor mientras lo miraba. Wriothesley le devolvió una sonrisa divertida y arqueó un poco su ceja, comprendiendo al instante lo que le estaba pidiendo el mayor.

— Vayamos a mi habitación...— Agregó el peliblanco en voz baja.

Wriothesley asintió enseguida y dejó un corto beso en su frente antes de tomarlo con sus fuertes brazos para alzarlo. Tras la acción, el mayor soltó un suspiro asustado al encontrarse en el aire, lo que le llevó a aferrarse con piernas y brazos al cuerpo del pelinegro. Este mismo ya comenzaba a caminar por la casa, con el dueño en sus brazos, en busca de la habitación.

La gran cama que se observaba a través de una de las puertas le hizo abrir la misma, encontrándose con una habitación completamente ordenada, limpia y que tenía el mismo aroma que Neuvillette. El pelinegro soltó una pequeña risa, caminando en dirección a la cama para posicionar al mayor en la orilla de esta.

— Qué pena que esté tan ordenada.

Neuvillette bajó la cabeza avergonzado al escuchar esas palabras y por todo el trayecto donde fue llevado. Sin duda Wriothesley era muy fuerte, y podía notarse por sus brazos y su gran pecho que sobresalía de su camisa. La imagen mental que tenía Neuvillette en ese momento, imaginando el cuerpo del menor, le hizo entrar en un trance un par de segundos, siendo interrumpido por una mano que alzaba su barbilla.
Se encontró con una mirada extasiada que casi fulminaba su rostro, unos ojos unicos que aparte de su bello color blanquecino expresaban demasiado.

El contacto visual duró unos segundos. Segundos en los que Wriothesley acariciaba los labios del mayor con su pulgar antes de introducirlo en la boca del mismo. Su dedo jugó un poco con la tibia lengua del peliblanco, el cual succionaba y lamía todo este. Wriothesley estaba enloqueciendo por la acciones de su amado, que le hacían doler y apretar más su entrepierna.

Ni siquiera él creía lo que estaba pasando. Si ese fuera un sueño, mejor que no lo despertaran nunca.

El pelinegro tomó por el torso a Neuvillette para levantarlo, y sin aguantar mucho, comenzó a quitarle la molesta ropa que no le permitía ver lo que él deseaba. Lo besó con desespero, acariciando y deslizando sus manos por todo el palido y delgado pecho del mayor hasta encontrarse con aquellos duros y erectos pezones que comenzó a pellizcar suavemente, recibiendo gemidos como respuesta por parte contraria.

El mayor, imitando la acción inicial, comenzó a quitar la ropa del hombre frente a él, iniciando por su camisa.

— Wow —. Pensó, al ver los grandes pectorales y abdominales muy bien trabajados del menor, nada parecido a su cuerpo.

Las manos de Neuvillette torpemente se deslizaron hacia el pantalón de Wriothesley, empezando a deslizar la tela por sus piernas posteriormente después de haberle desatado esa molesta hebilla del cinturón. Ambos quedaron semi-desnudos frente al otro y sus ojos no podían ocultar el deseo que se tenían.

Tribunal De Amor | WrioletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora