Hannibal cree que perdió a su querido Will tras caer del acantilado.
Se marcha a Francia para un nuevo comienzo a pesar del vacío que siente. Pero un evento inesperado lo lleva hasta el apuesto Richard Harris ¿Cómo es posible ese parecido casi calc...
La hora de la cena llego y se fue. Las decoraciones fueron elogiadas, la comida fue degustada y la velada fue un rotundo éxito. Los asistentes que no conocían a Donovan congeniaron muy bien con el médico. El nuevo repertorio de chistes malos de Camille fue secundado por Stephan, quien estuvo un rato borracho. Ambos terminaron llorando en un rincón, junto a la cascada de chocolate, por las reprimendas recibidas por parte de Saul tras perder la paciencia con el peor de los chistes de la noche sobre un sombrero parlante que era mitad vampiro. Margot y Verona, junto a Emil Louvre, terminaron riéndose a mandíbula abierta por cómo había quedado Richard después de sufrir una broma cortesía de su buen amigo Simón. Alana, Edmund, Katrina y Erik fueron los únicos dispuestos a escuchar (más de una vez) las anécdotas de Miles Ferrere. Marinnett y Donovan jugaron varias rondas de cartas con Daisy Simmoms y Garret Sanders.
La velada transcurrió sin ningún problema, dándole a todos la sensación de que la noche de Halloween sería aún más divertida. Cuando fue la hora de retirarse, los saludos fueron cálidos y amistosos.
Edmund se fue de los primeros, sorprendiendo a Simón, quien creía que había algo entre su amigo y su nuevo aliado. Miro desaprobadoramente al de ojos claros y este le respondió con un beso al aire y un guiño. Con una mueca de resignación, también se marchó.
Una vez que la casa quedo vacía, el anfitrión sonrió satisfecho y se fue a su recámara tarareando feliz.
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El evento más esperado había llegado.
Envuelto en una oleada de asesinatos brutales, macabros y sin sentido; dando al ambiente un aire de pesadumbre y rigurosa cautela. El laberinto de setos fue debidamente decorado para una de las actividades favoritas de Richard y Donovan. Y el premio estaba aguardando en el centro. Los agentes que habían dado el aviso del posible regreso del caníbal Hannibal Lecter, también fueron invitados.
Todas las piezas estaban en su lugar.
La fiesta de Mascarada para el público había transcurrido en la Ópera, mientras que las actividades y el banquete serían realizadas en la mansión Harris. Con todos los invitados en el balcón del salón de fiestas, la banda en la zona del patio y las mesas llenas de alimentos, Richard dio su discurso de bienvenida.
—¡Qué los espíritus y seres de ultratumba maldigan su noche con diversión desenfrenada!
Tras su última frase, la comitiva empezó a degustar los manjares. Entre amenas charlas, anécdotas que iban y venían, el parloteo lleno el ambiente de buena camarería. Richard estaba alegre, mientras revoloteaba entre sus invitados contagiándolos con sus joviales bromas.
Una vez que los estómagos fueron saciados, el anfitrión sentó a sus comensales en las butacas frente al laberinto.
—Amigos, déjenme que les cuente una historia de mi tierra natal sobre un antiguo y oscuro laberinto.