Introducción

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Caían. El viento helado los golpeaba mientras que las olas debajo hacían fiesta para recibirlos. La luz de la luna hacia brillar la espuma de mar, dando una cálida música a los oídos del inconsciente Hannibal Lecter. Se veía sereno y todavía respiraba entrecortado, con la sangre seca empezando a oler mal. En cuanto a su acompañante, tras la inesperada caída (y que el viento golpeara con fuerza su rostro) la criatura que era en verdad, logro despertar del letargo. Y con todo el asombro que la situación le generaba, actúo rápido y eficaz. Salvándose y salvando a su pareja.

Si alguien hubiese estado navegando y, por casualidad hubiese mirado en su dirección, habría visto dos cuerpos caer y, al minuto siguiente, una nube negra y densa cubrirlos a ambos y desaparecer unos instantes antes de chocar contra el embravecido mar.

El agua se arrastró hacia el cuerpo que descansaba la playa más cercana. El hombre de cabellos castaños giro su muñeca y una niebla extraña lo rodeo por un momento antes de dejar paso a un traje elegante en donde segundos antes había harapos. Estaba por tomar al rubio, que desmayo para su comodidad y había dejado sobre la arena, cuando una sombra se le acerca por detrás.

—William. —Una voz inesperada de mujer resonó en el silencio, fría cual tempano de hielo.

—Valka, me alaga que vinieras a recogerme, pero no es necesario tanta amabilidad.

—Mi señor, me temo que su hermana requiere su presencia de inmediato.

— Supongo que no se puede evitar. —Se lamento el hombre.

Se agachó, beso la frente ajena y dejo una foto a su lado.

Se estaba desvaneciendo junto a la mujer, cuando a lo lejos ve a su perro Winston junto a la japonesa Chijoh acercándose.


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Hannibal despertó abruptamente. Había estado teniendo pesadillas, sobre Mischa principalmente. Trato de ponerse de pie, se sintió algo mareado, pero logro llegar hasta la ventana y abrirla. Afuera era un día de primavera hermoso, sin embargo, él no se sentía muy feliz. Recordando de pronto la muerte del Dragón Rojo, volteo a ver dónde estaba. Era sin duda, un lugar que él habría escogido, de haber tenido la posibilidad: elegante, ostentoso y lleno de cuadros.

El cuarto tenía un estilo francés de siglo XIV, los colores que predominaban eran los dorados, marrones, blancos y rojos. Muchos cojines, mesas labradas, estanterías repletas de libros y una bella chimenea de época. De un viejo tocadiscos sonaba la orquesta sinfónica de su tierra, con una hermosa voz femenina de coro. Descubrió que había un baño a la izquierda de la enorme cama y una cocina perfectamente equipada al otro lado de la sala de estar. Todo hermosamente en su lugar, dando un aire real al ambiente.

Y él podía sentir un gran vacío dentro suyo. No tardo en encontrar la razón: Will no se encontraba allí. Sabía, por instinto y lógica, que estaba muy vivo; que la caída del acantilado y las heridas del Dragón no consiguieron matarlo ¿por qué no murió? Resistencia, le decía su razón. Pero una parte muy pequeña de él, le decía que no: que el debería haber muerto allí, entre las olas. Es entonces que el recuerdo de quedar inconsciente de golpe, la sensación de una pesada oscuridad, cálida y amorosa, lo envuelve para quitarle el dolor de las heridas, lo hace tambalear. Y entonces recuerda las pesadillas. Y la nítida imagen de una sombra parecida a Will quemándose. Es todo lo que recuerda antes de despertar... y descubrir que su empata no está. Por ningún lado.

De un momento a otro se deja caer en la desesperación, cobijado por la soledad y el dolor. Llora, como hace años no lo ha hecho. Vivir ya no se le hace tan bien, no sin él. Pero no pasan ni cinco minutos cuando la puerta se habré y la esperanza se asoma a su corazón. Solo para golpearle más fuerte, pues quien entra en la estancia no es otra que Chijoh junto a Winston. Ver al perro junto a la mujer le da la última abofeteada de realidad que logra hacerlo sentir perdido para siempre. La japonesa intuye el dolor, aunque jamás imagino ver al fuerte hombre tan derrotado, sabe que debe dejarlo hacer su luto. Se le acerca con cuidado y le deja una fotografía en la mano. Lo único que había de Will cuando lo encontró en la playa, vivo y sin un solo rasguño.

Entre lágrimas sin sonido, pero llenas de sentimiento, el caníbal vio el rostro joven, sin vello facial y sonriente de Will Graham recién graduado aferrando a un hombre mayor (cuyo parecido le indicaba que era su padre) para salir ambos en la foto ya añejada y algo maltratada por el agua. 

Y sonrío. Las lágrimas cesaron. Ver esos ojos llenos de vida, una inocencia que ocultaba mucho mas, un aura de autentica cordura, lograron enternecer a Hannibal. Su Will le había dejado un ultimo y fantástico regalo. Su recuerdo mas puro. Y el no seria quien manchara y deshonrara su recuerdo.

Se levanto con la entereza mas fuerte, con el alma vacía pero en paz. Y decidió que esta oportunidad la dedicaría a Will.

Que el mundo se preparara, el letal Hannibal Lecter estaba de regreso.


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N/A: Mas o menos, así se vería para mi historia, el joven Will.

N/A: Mas o menos, así se vería para mi historia, el joven Will

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Become the Beast -Hannigram-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora