Capítulo 2: Que el show comience

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El hombre de traje blanco se acercó al grupo con una galante sonrisa en el rostro. Los saludos no se hicieron esperar, Hannibal veía embobado la bella silueta pasar de brazos hasta que Simón se digno a presentarlo. Cuando los ojos azules y los cafés se cruzaron habría jurado ver una sombra de reconocimiento en los ajenos. Un instante que lo descoloco un poco, hazaña que nunca nadie le había hecho pasar.

—Mucho gusto señor Ferrers, espero que podamos llevarnos bien. Por lo general Simón no suele socializar con un erudito al menos que valga la pena, le gusta ser quien sabe más en el grupo. —era la misma voz de Will, pero al mismo tiempo era otra muy distinta. La picardía, la lujuria y el misterio se mezclaban deliciosamente en esos labios donde una lasciva lengua se posó apenas unos segundos antes de volver a su cueva. Lecter se sintió desnudo ante el otro y bastante excitado a su pesar.

—¡Richard! —fue el infantil reproche.

—Es una bromita, nada más.

—Eres un caso perdido, jajaja.

—Aun así, me quieres.

—Y por lo que se ve, el duelo no achica tu apetito. —Verona lo miro acusador, cual madre a su hijo.

—¿Qué puedo decir...? —encogiéndose de hombros volteo a las esposas. — Encantado de conocerlas también, bellas señoras. Espero que esta noche sea memorable para todos.

Alana y Margot se repusieron rápidamente al golpe, les había tomado por sorpresa el parecido de Richard con Will, pero notaron enseguida las diferencias notorias: Richard tenia la edad de Simón y habían sido criado juntos, en Francia, y con cinco o seis años de diferencia con el antiguo agente del FBI. Alana había estudiado en la escuela de psicología este fenómeno: Doppelganger, en el mundo hay dos personas idénticas con vidas diferentes. Ellas mismas habían notado que una de sus niñeras era idéntica, físicamente hablando, a una actriz argentina llamada Claribel Medina. Así que despejaron sus sospechas, dispuestas a dejar el tema. Pero alertas ante la presencia del ex doctor.

—Bien, me dijeron que habría una función ¿o me equivoco?

—Claro que no, vamos.

El grupo fue guiado hasta el salón de fiestas, donde ya aguardaban los músicos y la concurrencia. La emoción en el rostro del joven Richard deleito a mas de uno, pero este solo tenia ojos para los malabaristas del escenario. Hannibal vio a su compañera muy cerca de donde se hallaban y estaba a punto de reunirse con ella hasta que el de ojos azules lo llamo.

—Señor Ferres ¿seria tan amable de sentarse a mi lado? —la sonrisa lobuna y la mirada fiera consiguieron llamar su atención, la curiosidad que temía perdida regreso de golpe.

—Con gusto, si me permitiera avisarle a mi acompañante antes se lo agradecería.

—Claro, por favor, disculpe la descortesía.

—Para nada, ya regreso.

Richard vio al lituano acercarse a una joven asiática hermosamente ataviada, antes de sentarse a esperar. Su amigo, viendo la oportunidad, le hablo al oído.

—Amigo, ten cuidado por favor. Es un inversionista importante, no quiero perderlo.

—Clámate, Sims. No va a pasar nada malo, sabes que no voy con rodeos en mis coqueteos. Si dice que no, asunto finalizado y la relación solo será formal.

—Si, lo sé. Pero estábamos casi en ruinas hasta que Erick y Ferrers llegaron... No quiero volver.

—Es una desgracia que la Opera pierda su brillo en las eras actuales de la internet y las selfies. Pero aún hay devotos que cuentan con nosotros, no hay que bajar los brazos. Solo entonces habremos perdido la lucha.

—Muy cierto... ¿Qué paso contigo? Por lo general eres negativo.

—He tenido un cambio de perspectiva, eso es todo. Hay que evolucionar, mi amigo.

—Amen a eso.

En ese momento, Hannibal tomo asiento junto al de cabellos ondulados y entonces, Simón dio el inicio al show.


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En un motel a las afueras de Lion, una joven pareja que volvía a casa en su auto, se detenía a descansar un poco del viaje. La joven más alta se disponía a llamar al dueño y pedir habitación, cuando un ruido fuera la sobresalta. Asustada, corre hasta la parte trasera del edificio donde escucho a su novia gritar.

—¡Jannet! ¿Qué pasa, que ocurre? —la zarandea un poco para sacarla del shock, aun sin percatarse de nada.

Jannet, la jovencita rubia con abrigo verde, incapaz de pronunciar palabra le señala a la pelirroja hacia un punto detrás de ella. Al comprender, su novia voltea y lo que ve la hace tener arcadas: frente a ambas, un hombre de edad media estaba abierto en el pecho con los órganos vitales expuestos y su corazón estaba en la mano de otro cadáver que se encontraba a sus pies alzando la mano hacia la nada, como un cortejo a la oscuridad de la noche.

—Eloise, llamemos a la policía.

La pelirroja se recompuso lo mejor que pudo y se llevo a su novia al frente del motel, solo entonces pudieron llamar sin que la voz las traicionara. Horas mas tarde, estaban en la comisaria prestando declaración.

—Muchas gracias, señoritas. Un oficial las escoltara afuera, manejen con cuidado.

—Gracias oficial Reidnols.

El hombre de cabello ceniza volvió a entrar en su oficina, exhalo un suspiro agotador y volteo a ver el tabloide que ocupaba la pared izquierda de su oficina. Ya era el decimoctavo caso en ese mes, pero este tenía una particularidad: ningún órgano faltaba, en su lugar había una sinfonía dejada justo al costado del cadáver que sostenía el corazón. Era sin duda un regalo y aquello solo significaba una cosa: Lion tenía dos asesinos en serie. Y el no era estúpido, sabía perfectamente quienes podrían ser.

—Señor, el archivo que pidió ya esta aquí. —el hombre salió de sus pensamientos para tomar el folio de las manos contrarias. —¿Algo más que pueda hacer?

—Quiero que prepares la llegada de un estadounidense, Weaver.

—¿Un estadounidense, señor?

—Voy a mandar a traer a Jack Crawford, no lidiaremos solos con estos locos.

Dejando el folio abierto justo en donde se veía un cartel de "Se busca" Clement Reidnols marco al FBI en busca de apoyo: Hannibal Lecter y Will Graham no estaban muertos.

—Por supuesto, señor. De inmediato lo hago.

Become the Beast -Hannigram-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora