Capítulo 4: Una tumba con tu nombre

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Sus párpados se sentían pesados. Su respiración se entrecortaba, el retumbar de sus salvajes latidos zumbaban en sus oídos y sus sudorosas manos estaban atadas a su espalda. Hannibal sentía una horrible opresión en su garganta, imposibilitando que su voz se alzara entre la muchedumbre. Voces que despotrican, maldecían y se santiguaban en un idioma que él no conocía. Logró abrir sus ojos con gran dificultad y, entre enmarañados cabellos, logró divisar a la gente enfrente suyo.

Eran gente humilde, el pueblo y, por las vestimentas que traían, de una época que no era la suya. Rostros sucios, enojados... Alguien gritó a su derecha y, por un breve instante, todo se volvió silencio. Hannibal ladeo el rostro cuanto pudo, descubriendo así que estaba arrodillado ante la guillotina del verdugo, hasta el origen del mismo. El rostro amado fue lo que encontró, distorsionado por la desesperación y el dolor.

Un Will Graham que no era tal, más joven y sin vello facial. Con un elegante traje de época en colores azul y negro, mirándolo con sus ojos turquesa llenos de amor. Y, a su lado, las reinas Elizabeth I, la reina Carolina y el Rey Cristián VII.

El Rey de la orden, el verdugo suelta la cuerda, el filo corta el aire con un ruido sordo y todo se vuelve negro.

Lo último que escucha es un ensordecedor grito de agonía, proveniente de su querido Robert.

¡Johann!

***


Hannibal despierta sobresaltado de esos ¿recuerdos? ¿pesadillas? ¿o acaso eran meras alucinaciones por la droga que había inhalado en el baño? Trata de incorporarse en la enorme cama, sin éxito. Se encuentra muy débil, desnudo, logrando a duras penas regular sus latidos y respiración. Repasa los últimos momentos de conciencia, analizando sus posibles escenarios... todos lo llevan a lo mismo: Richard Harris era un depredador. Y tenía en la mira a Hannibal Lecter. Lo habría considerado un halago, sino fuera por el hecho de que le había tendido una trampa. No debería molestarse por ello, pero realmente algo de Will se le pegó y fue descuidado... y, ahora, no estaba en las mejores circunstancias. Desorientado por esas visiones que le tenían muy angustiado, no podía pensar con claridad. Ver el rostro amado después de tanto tiempo, creía que él estaba por sobre este tipo de cosas; pero esta es la situación: él era humano.

La puerta del cuarto se abre con delicadeza, dejando pasar al hombre más joven con una sutil sonrisa lujuriosa. Se sienta junto al caníbal, y lo desata para llevar las manos ajenas a su cuello. Hannibal tiene el impulso de ahorcarlo, pero no está dispuesto a ser un títere de los bajos instintos de nadie.

—¿Me dirá que desea, señor Harris?

—Oh, no eres divertido... —un puchero encantador se deja ver en el sereno rostro— ¿Quieres la versión corta o la versión larga?

—La verdad, si no es mucha molestia, por favor.

—Por supuesto... Estaba un día tranquilo tomando café en un precioso bar, de vacaciones en Florencia, cuando de pronto la gente empieza a amontonarse a unas cuadras por el brutal asesinato. La curiosidad es un rasgo que me distingue desde pequeño, así que pagué y seguí a la multitud. Un hermoso corazón fue depositado en medio del recinto, enfrente del Jesús Crucificado. Lograste hacerme llorar por la trágica belleza de tu poema... tu roto corazón dejado para aquel que te había traicionado, pero que aún amabas.

—¿Eso significa que me has estado esperando?

—Sabía que no te mataría la caída desde ese acantilado.... Aunque detesto leer a Freddie Lounds, es la más detallistas en el campo.

Become the Beast -Hannigram-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora