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Maratón 5/5

Joffrey tocía, sus pulmones pedían aire, pero sus vías respiratorias se cerraban poco a poco, los invitados miraban aterrados lo sucedido, pero Daenerys sonreía, observó como su rostro se ponía morado hasta caer al suelo, observó a Cercei correr hasta él al igual que ser Jaime.

- Debemos irnos princesa - dice apresuradamente ser Barristan - ahora

Daenerys asiente y rápidamente resguardada por el caballero abandona el castillo de la misma manera en que Sansa lo había hecho, se cambió sus ropas por algo más simple, se cubrió con una capa su platinado cabello y rostro, dejando entrever únicamente sus ojos violetas, escondida junto a su caballero en las cloacas esperaron al anochecer, caminaron hacia el puerto a las afueras de la ciudad en dónde los esperaba un hombre quién se presentó ante ella como;

- Jorah Mormont - dijo el hombre de cabello rubio y ojos azules como el mar

- Yo... ¿ya lo había visto ser? - le pregunta Daenerys al hombre quién le sonríe amablemente

- Si princesa - ser Jorah la ayuda a acomodarse en el pequeño barco y en cuanto la luz de la vela alumbra la pequeña estancia de la que sería su habitación se quedó prendado de aquella mirada violeta - el día en que el príncipe Gendry y Lord Stark...

- Lo recuerdo bien entonces - lo interrumpe Daenerys sentándose en el pequeño lecho

- La dejaré descansar - dice ser Jorah - en cuanto sea seguro podrá salir a cubierta

- Lo entiendo

Ser Jorah asiente con la cabeza y la deja a solas en la estancia, Daenerys mira todo a su alrededor, escucha la voz de algunos hombres en las afueras y se queda tranquila en cuanto escucha la voz de Ser Barristan anunciándole que cómo siempre él custodiaría su puerta.

Daenerys se sirve una copa de vino y la toma de un solo trago recordando el rostro de Joffrey Baratheon y sin querer evitarlo comenzó a reír, pero no era una risa de felicidad, era una risa nerviosa que la hacía estremecer, estaba contenta por la muerte de aquel monstruo que la había atemorizado y que se había encargado de acecinar a cada uno de los hombres que había amado, Lord Eddard, su pequeño hijo Rhaego y su amado Jon, y la risa se convirtió en llanto en un llanto doloroso y silencioso hasta quedarse dormida, pensando que la muerte de Joffrey Baratheon era solo el comienzo de su venganza.

Un mes había pasado desde que Daenerys viajaba en barco hacia su nuevo destino, en aquella travesía había conocido muy bien a sus únicos dos tripulantes, Ser Jorah era un hombre de avanzada edad que en algunas circunstancias le recordaba a Lord Eddard y lograba sacarle una que otra sonrisa alegando que era muy joven para tener tanta tristeza en su interior y luego estaba su caballero de capa blanca, Ser Barristan quién le contaba historias sobre Rhaegar recordándole constantemente que se parecía mucho a su padre.

El mar estaba en calma, la luna resplandecía en lo más oscuro de la noche acompañada de un manto de estrellas y Daenerys disfrutaba de la compañía de su caballero, dejando la bruma del mar bañase su rostro.

- He de confesarle majestad que siempre lo supe - dice Ser Barristan mirando a las estrellas y luego a Daenerys

- ¿Saber qué? - pregunta Daenerys por el cambio en el curso de su conversación

- Que usted era la hija del príncipe Rhaegar y la rosa invernal Lyanna Stark - responde el caballero sonriendo - tiene mucho de Rhaegar y no hablo de las características tradicionales de un Targaryen - sonríe - es perseverante, meticulosa, inteligente y culta, aquellas son las características de un buen rey, estoy seguro que cuando volvamos usted será una magnifica reina

Su reinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora