Un Invierno Lleno De Color

Sueño.

Dai.

Nerida se encontraba durmiendo en la tina, el granizo llevaba cerca de 2 horas callendo, por lo que salí del baño a mi cuarto en busca de cobertores, almohadas y mantas, colocándolas donde estaba ahora la chica de cabello rubio.

Se veía verdaderamente tranquila, a diferencia de antes. Aquella imagen seguía rondando mi mente, el verla así de aterrada, sabía que las personas con su condición no la pasaban bien con los escándalos, pero de ahí a la expresión que tenía, temía que algo fuese a pasarle.

Me senté un lado de la bañera y intenté dormir como ella, con suerte en la mañana habrá acabado la tormenta y podré llevarla a su casa. El suelo era frío y duro, tenía el trasero como una carpeta.

--No voy a poder dormir así... --murmuré poniendo mi mano sobre mis ojos.

Podía ir a mi cama y quedarme tranquila, el granizo, aunque molesto, no me impediría conciliar el sueño tanto como el suelo de losa fría y dura. Pero no quería dejar sola a Nerida, se veía tan indefensa metida en aquella tina y rodeada de tantas almohadas.

Mi mente estaba en conflicto, no sabía de dónde o por qué había generado ese tipo de preocupación por la rubia, tenía claro que no era por su condición, o por no haberla tratado bien en la mañana, ya me disculpé por eso antes. No sabía la razón, y no me gustaba hacer cosas sin saber el motivo, era como escupir al cielo y esperar que no te caiga en los ojos.

"Tal ves sea porqué tiene buen cuerpo."

--Cállate estúpido cerebro o te apuñaló con un hisopo --no pude evitar el que mis ojos fueran a la rubia, aunque no me gustaba admitirlo, la voz en mi cabeza no estaba del todo equivocada. Cuando la vi "así" frente a mi luego de que casi se ahogara, no pude evitar recorrer toda su figura con mi mirada, y aunque solo fuera medio segundo, la imagen de su cuerpo había quedado plasmada en mi mente--. Demonios... --rápidamente moví la cabeza y dejé de ver a Nerida como una puta acosadora. Noté que mis mejillas estaban calientes, y que sin darme cuenta, estaba mordiéndome el labio--. Co-como odio a las... rubias.

Como me temía, no pude dormir en toda la noche, el granizo de detuvo hace varias horas atrás, pero aún así no abandoné el baño. Me sentía como el perro guardián de esta chica, sentada en el suelo pendiente de cualquier cosa perjudicial.

Mis piernas estaban entumecidas y mis ojos picaban, además de que la columna se me había destrosado por ese suelo de porquería. En ese momento simplente me consolaba el recordar mi sueño de los 8 años, el vivir en un castillo inflable con piscina de gomitas.

En definitiva mi mente se había deteriorado gracias al sueño.

De pronto pude oír un profundo bostezo, aunque con el tono de voz que tenía aquella chica de vaja estatura, parecía algún tipo de chillido agudo.

--¿Estás despierta...? --me levanté del suelo, mis piernas seguían entumecidas por lo cual tube que apoyarme en la tina para no caer.

--¿Esto es un sueño? --preguntó con un cansado tono, al parecer seguía mediodormida, yo simplemente no dije nada para ver a donde terminaba con eso--. ¿Será en el que la motociclista me lleva al baño público y me come la...?

--¡Nerida esto no es un sueño! --dije interrumpiendola, "¿De verdad, que le pasa a esta?". Era como si aquella chica con carita de ángel ocultara algo muy adentro, y sumando a lo que dijo y al incidente con la revista, podía empezar a hacerme la idea de cómo era--. Y-ya reacciona --sin que pudiera evitarlo mi tono cambió a uno nervioso.

La rubia rápidamente se talló sus adormilados párpados.

--¿Dai...? --esta me veía extrañada, pero no pasaron muchos segundos hasta que su expresión cambió a la tímida sonrisa que muchas veces me había mostrado--. Bu-buenos dias... --dijo mientras intentaba levantarse de la tina--. ¿Cómo estás? ¿A caso dormí mucho? ¿Tu como dormiste? --preguntó efusiva.