Neri.
Daiana había vuelto a su hogar hace unas dos horas ya, y si fuera por mi, hubiera ido con ella para no quedarme aquí rodeada de doncellas, las cuales no paravan de evitarme o hablar entre ellas cada de ves que me veían cerca.
Siempre fuy bastante cercana a ellas, a todas las conocía por nombre y no eran pocas las veces que conversamos, era como si fuesen mis amigas, pero ahora, ahora me sentía como una extraña dentro de esa casa, y teniendo en cuenta que mi abuela había hecho un viaje de imprevisto y se había llevado al señor Alfons con ella, estaba sola en aquel lugar tan grande.
Me senté en el sofá de la sala mirando al pequeño conejo dormido sobre una almohada con forma de corazón.
--Lastima no pudiste ver a Dai --murmuré mientras le acariciaba el lomo--. Le hubieras agradado de seguro.
--Jonathan solo es manzo con usted señorita Nerida, no han sido a pocas a las que ha mordido por intentar acariciarlo o cargarlo --dijo María mientras se acercaba a mi con una pequeña bandeja plateada en sus manos, y sobre ésta una taza con chocolate caliente.
Al oír su voz intenté levantarme para tomar lo que me traía, pero esta me detuvo con un gesto de su mano y solo me acercó la taza.
--Gra-gracias --la expresión de la chica de ojos azules era la misma de siempre, una pequeña sonrisa que no transmitía más que calma, mientras que su porte y su forma de hablar eran más propios de una princesa que de una doncella--. ¿E-enserio crees que sea así con Dai? --pregunté refiriéndome al de las orejas largas.
La castaña dudo un poco en responder.
--Supongo que el pequeño la reconoce más que nada por su olor, olor al que ésta acostumbrado desde que vino a esta mansión --bajó la pequeña bandeja sobre la mesita frente al sofá--. Y supongo que la señorita Daiana tendrá un poco de su... --María se interrumpió a si misma, carraspeando un poco antes de bajar la cabeza--. Lamento la insinuación, no debí mencionar algo tan privado --se disculpó, para luego tomar lo que dejó sobre la mesita con intención de retirarse.
--E-espera... Mari --no se cuanto tiempo había pasado desde que llamaba de esa forma a la chica, la última ves que recuerdo decirle así fue en el tiempo en que ella trabajaba con su madre en el invernadero y yo solía ir a bisitarla--. Se que... --tragué un poco de saliva, sintiendo el ardor en mis mejillas--. Qu-que tu y las demás chicas oyeron "eso" de anoche --desvíe la mirada por la pena.
Al oírme su otrora estoica expresión cambió rápidamente a una de pena, y al igual que yo, no podía mantener los ojos quietos debido a la vergüenza.
--Veo que se enteró...
--Si --bajé la mirada--. L-lamento haberlas puesto incómodas o... a-asustarlas.
De pronto, y para mi sorpresa, oí la risa de María.
--No se preocupe señorita --dijo, para luego dirigir su mirada a la puerta que daba a la entrada, y al percatarme de su acción pude notar como la mayoría de las doncellas habían estado oyendo nuestra conversación--. No diría que nos... --soltó una pequeña risa--. "Asustó", simplemente nos dejó un poquito impactadas con la forma en que hizo gritar así a su novia.
--Y-y-y-yo... --tartamuedee nerviosa.
En ese momento una de las doncellas se acercó y se unió a la conversación, ésta era la de corto cabello negro por la cual Daiana y yo nos enteramos de lo susedido, su nombre era Camila.
--Pero muchas no creían que usted era la activa, hasta apostamos para ver quien tenía la razón --reveló mientras intentaba contener su risa.
--¿Y como no pensarlo? ¿A caso no viste lo alta que es su novia? --cuestionó otra más, ésta era de cabello rojo bastante claro, la misma que estaba antes con Camila en los pasillos, su nombre era Samantha--. Y la señorita Nerida es tan... perdone la palabra, "chiquita".
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Un Invierno Lleno De Color
RandomUn día como cualquiera en la universidad llegó una joven que, en los testimonios de muchos estudiantes y profesores, parecía que estuviera proyectando luz de arcoiris de cada uno de los poros de su piel. Una chica rosa y perfecta seria la descripció...