Conversación.

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Daiana.

Las demás personas siempre te dirán que el té es algo relájate, culto y una señal de elegancia, bueno, en este caso no y mucho menos cuando es preparado por alguien como Alma, la cual disfruta de la... "aleatoriedad" en las cosa que hace.

Ambas estábamos en la cocina, yo apoyada contra la pequeña mesa circular en medio del cuarto, viendo como la castaña se servía su recién preparado té.

--¿Sabes que me dejaste sin bolcitas verdad? --dije mientras reviso la taza que ella me entregó, la cual no sólo contenía la mescla de 6 diferentes tipos de té, sino que también pude notar como le había puesto comino y eneldo a su particular mescla.

Esta sorbió un poco del contenido de su tasa, para después simplente vaciar toda la indeseable mescla en el fregadero, incluyendo lo que quedaba en la tetera que usó en ese terrible acto de terrorismo contra la decencia humana.

--Esta salió mal --dijo y luego solo se dirigió a la sala.

La miré por unos segundos, las ansias de arrojarle la taza en mis manos crecieron bastante, pero simplemente fuy tras ella, dejando la tacita en el fregadero junto a los demás cubiertos.

Esta se dejó caer en el sofá, yo hice lo mismo, ambas estábamos exaustas. Alma apenas tenía los ojos abiertos y la cabeza tambaleándose.

--Y... --murmuré mientras recostaba mi nuca contra el sillón, mirando hacia el techo--. ¿Vas a contarme que pasó anoche?

Esta imitó mi mismo gesto y dejó salir un pequeño suspiro.

--Pues cuando tu saliste corriendo a buscar a tu amada Narisa... --dijo en tono de burla.

--Nada de amada --dije tajante, estaba muy cansada como para pensar en decir algo más rebuscado o intentar poner una escusa--. Y se llama Nerida.

--Esa... la enana --levantó su mano de forma desinteresada--. Pues después de eso pensé en ir a mi casa y dormir todo el día, pero como el camión no llegaba a la parada por culpa de la tormenta y tu no contestabas mis llamadas por estar muy ocupada besuqueandote con la rubia...

--No tenía batería --interrumpí.

--Ya ya... --volteó a verme, aunque lo único que me dedicó fue una sonrisa malintencionada--. Como sea, al no tener lugar donde mantenerme alejada de la tormenta pus... me metí al bar ese... hem... el que tiene al viejo con un puro en su cartel... ya sabes cual te digo.

--"El Capone" --respondí.

Sabía bien a cual lugar se refería y sabía que ese no era buen sitio para alguien como Alma, no solo era un nido de ratas que, asta donde yo sabía, eran desde ladrones primerizos de poca monta, hasta criminales que de verdad eran buscados. No era buen sitio para comer tu desayuno un lunes tranquilo por la mañana.

--Ese --retomó la historia--. Pues mira que yo entré al lugar toda calmada y con vibras super serenas, tu entiendes, como si perteneciera allí... --entre medias soltó un profundo bostezo el cual me contagió--. Pues me senté en la barra y le dije a la que atendía. "Que tal bonita señorita, ¿podría quedarme aquí hazta que sea seguro salir?" --esta por alguna razón había hecho un raro acento baquero--. Y pues gracias a mi... --guiñó un ojo--. Impecable encanto, pude convencerla.

Alma solía ser... "peculiar" en muchos sentidos, siempre teniendo una frase ingeniosa, chiste o ocurrencia que decir, aveces me sacaba de quicio, pero no podía evitar reír con muchas de sus tonterías. Pero era inteligente, más que yo o que cualquiera que conociese, una inteligencia tan grande como su curiosidad, que la llevó a probar de todo en los pocos 20 años que tiene. Es por culpa de eso, y de su inconsistente carácter, que siempre termina aburriendose de todo y decida probar más y más cosas.

Un Invierno Lleno De ColorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora