Gruñido.

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Neri.

Habían pasado ya dos semanas desde que salí con Daiana y Alana, pero aun no podía dejar de pensar en aquello que Dai había dicho, me hacía sentir apenada y nerviosa, pero también intrigada, su forma de ser conmigo era muy distinta al primer día. Era consiente de que ahora era distinto, no solo ya no le desagrada, se había vuelto protectora conmigo.

En público seguía mostrando esa actitud ruda y distante, pero cuando estábamos solas era como si ella cambiara de lugares con alguien más, su forma de ser, de actuar y hasta de hablar cambiaban conmigo. Llegué a acostumbrarme tanto a esa forma de ser que aveces olvidaba el cómo se comportaba con los demás.

Llegué a hablarle a Alana sobre esto, pero sus respuestas no fueron del todo esclarecedoras: "La gruñona es como una geoda, dura, tosca y posiblemente sucia por fuera, pero por dentro, por dentro está lo que importa". Fue lo único que me dijo cuando le pregunté, después de eso no he querido hablarle más del tema, más que nada porqué no deseaba inmiscuirme más en la vida privada de Daiana sin permiso.

Ahora estaba sentada en la motocicleta de Daiana esperándola fuera de su casa, tenía mis manos en los extremos del manubrio, mis pies no estaba ni cerca del suelo. Llevaba sobre mis hombros la chaqueta de Daiana; debajo llevaba puesto solo una camiseta blanca de manga larga, unos geans azules y sapatos deportivos celestes.

El frío ese día brillaba por su ausencia, casi no había nubes en el cielo y el sol era claro y fuerte, aunque aún no era del todo cálido el ambiente. Por mi parte el frío nunca ma había molestado demasiado, invierno era de mis estaciones favoritas, no solo era época de quedarse dentro de casa, construir tu nido de cobijas en tu cama y salir solo si tus necesidades fisiológicas te lo pedían, sino que también era la época en que más tiempo podía estar junto a mí abuela debido a que casi no viajaba o tenía juntas.

Solíamos tener cenas de pizza o sólo comer galletas y ver televisión, pero esta ves ella me pidió que hiciéramos algo distinto, y no pude quedar más sorprendida cuando dijo lo que quería organizar.

--Ya está todo asegurado --dijo la pelinegra mientras guardaba sus llaves en el bolsillo de sus pantalón, esta noche estaba usando un estilo un poco distinto al de todos los días: llevaba puesto una camisa blanca con una corbata roja al cuello, pantalones de vestir negros y mocasines de punta cuadrada--. ¿Y que te parece? --dío una vuelta rápida levantando las manos de forma desinteresada.

Mi expresión era la apropiada debido a la apariencia de la linda chida de piel trigueña, además de la ropa ésta también llevaba el pelo recogido en una coleta que dejaba ver sus orejas y la parte de atrás de su cuello perfectamente. Mi rostro estaba ardiendo en llamas carmesí con solo tener a Daiana frente a mi con esa ropa que acentuaba así su bella figura.

--Pu-pues muy bien --dije con un tono bajo, rápidamente aparté la mirada--. N-no pensé que te pondrías a-algo así --intentaba calmar mi mente con todos mis esfuerzos, pero era difícil.

--Pensé que... --se acercó a la motocicleta y puso su mano sobre la mía, sujetando conmigo el manubrio--. Como fuy invitada a una cena en casa de alguien tan importante como tu abuela, tenía que llevar lo más elegante que tenía, y como no tengo vestidos ni nada de eso, pues voy así --se ajustó la corbata.

De verdad era muy hermosa, y tenía una figura de verdad increíble; sus brazos eran fuertes y sus piernas gruesas de verdad me hacían plantearme el entrar a un gimnasio.

Un Invierno Lleno De ColorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora