Lucia

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Me quedo tirado en medio del teatro esperando que baje el telón y que el espectáculo de mi marionetista de un final apropiado. Me siento como si fuera un simple peón pero realmente soy el que carga con el show y me da miedo que pueda ser reemplazado, no quiero perder la oportunidad de no volverme cenizas, siento que muero cada día que no vivo, atrapado en una caja esperando que la multitud se apasione con mi llanto. Que me duele decir que me siento solo cuando todos se van, que cuando el silencio se presenta en el recinto de la magia puedo escuchar a las ratas gritar, soy adicto a la ovación vacía que perpetua mi miseria. Me gusta vestir de seda pues me hace sentir puro, me gustan los cuidados que le obsequian a mi cara inexpresiva, con mi eterna mirada fija en el vacío de las almas de quién busca el placer de mi cuerpo, lloro y sufro cada noche, siento que muero y el maquillaje no puede ocultar lo gastado de mi piel, y el perfume no puede ocultar el olor que desprende mi carne de madera, usado por aquellos que no son niños como objeto para realizar todas aquellas fantasías que fuera del teatro son bestiales, lloro y río con cada caricia, con cada halagó me embriago y tengo miedo de que la magia pueda crecer en mi vientre, no quiero reconocer que no soy un títere. Me aferro a esto porqué no quiero estar solo y me gusta sentirme bueno, tengo un gusto culposo en hacerlos sonreír. El teatro apesta a alcohol y humedad cuando el titiritero no está, siento que estoy hundido sobre el suelo. Me gusta levantarme de vez en cuando y colocarme mis cuerdas para bailar ballet y ver a los fantasmas de mis antecesores aplaudir antes que caiga la noche.

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