XXVI. Oréades

18 5 9
                                    

¿Serás tú mi sombra
aún en la oscura noche?
¿Me dirás que lo mantendremos
incluso si no estás?

Escúchame, tú, amor mío.
Luz de mi mañana,
amor que culpable hace
al enamorado tuyo
que con fervor te adora.

Tú, el blanco donde mi flecha,
sí, la hija del carcaj de mis labios
apunta con sus palabras
y sin falta acierta,
así el arco se tense
en medio de un huracán.

Te he buscado hasta en mi retina
y desapareces cómo el tiempo
desaparece mi juventud,
yo muero contigo y sin ti.

¿Dormitarás en mi pecho?
¿Rozará mi rostro tus dedos?
Ahora, con una orden tuya
yo me evaporo, me incinero
y me fundo en tu cuello
cómo collar de rubíes.

Somos uno y a la vez nada,
pero nada somos sin tres:
tú y tu voz que me llaman
y yo que te persigo sin parar.
¿Curaras las manchas negras
que oscurecen tu retrato?

Si es así, yo prometo
arrancarme los nervios
y dejar que tú sientas por mí.
Tus venas son mis venas,
mis arterias están llenas de ti.

Cómo un hueso que me falta,
cómo un poema incompleto,
tú me faltas cómo lluvia
al caer atardecer.

Delicada y dulce, mi bella,
fragancia de mar, de libertad,
vuélvete y encuentrame
rodeando tu cintura con mis manos
y junta tu pecho con el mío.
Que el latir no te asombre si acelera
y que el tiempo se expanda, intangible.

Porque el invierno es
un verano que aún no llega
y mi corazón en tus manos
cuidado está, rodeado por un cristal.

Porque el invierno es un verano que aún no llegay mi corazón en tus manoscuidado está, rodeado por un cristal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝑬𝒍 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒗𝒐 𝒅𝒆 𝑳𝒂𝒔 𝑭𝒖𝒓𝒊𝒂𝒔 𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora