Parte Uno: Despertar en el Érebo

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La Oscuridad, las sombras y las tinieblas, que llenaban cualquier lugar donde la luz no podía llegar. Los más recónditos lugares subterráneos y los confines del mundo no podían escapar de su presencia. Un dios primordial, tan antiguo y denso que tenía su morada principal en el Inframundo: Érebo.

Hijo del Caos, es acompañado siempre por Nix (la noche), su esposa. Ella lo arrastra junto con su gélida niebla por los cielos, esparciéndolo y trayendo el crepúsculo a la humanidad.

Junto con la deidad nocturna, son padres de muchas encarnaciones y personificaciones de sentimientos y cualidades, como la Alegría, el Miedo, la Discordia, el Engaño, la Tristeza, el Sueño y la Muerte; así también de algunos personajes famosos en la mitología griega, como las Hespérides (ninfas trillizas que cuidaban un jardín de árboles que producía manzanas doradas que otorgaban inmortalidad) o las Parcas, hermanas que controlaban el hilo de la vida y el Destino de los mortales.

Por su tenebroso paisaje, eternamente adornado de negrura, se consideraba a veces al Inframundo sinónimo de Érebo, lugar donde los vivos no entran y los muertos jamás deben salir...

𝑬𝒍 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒗𝒐 𝒅𝒆 𝑳𝒂𝒔 𝑭𝒖𝒓𝒊𝒂𝒔 𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora