XI. Caribdis

15 6 5
                                    

¿Donde ha ido tu voz?
Me asfixia sentirme solo,
y tanta calma no es buena.
Dime, ¿dónde estás?

¿Vives acaso en mi memoria?
¿Eres sólo un sueño que, fatídico,
termina al amanecer?
¿Es nocturna y corta tu estadía?

¿Dónde reposan tus alas, oh, ángel?
¿Resides en el paraíso de mi muerte
donde sol y luna, día y noche,
todos juntos son uno?

Verte deseo, mi alma te anhela...
es por ti que los minutos,
antes efímeros y vacíos
ahora se llenan con tu inagotabilidad.

Vasta y pura, temporal escarlata
tormenta adorada que impacta
en el centro de mis cimientos,
derríbame y hazme caer pronto.

Déjame tropezar por error
para así postrarme de rodillas
ante tu elegante presencia,
ante tu hermosa excelencia.

Eres fuego, ardes y me extingues,
me quemas hasta la médula.
Mis huesos son cenizas
y mis órganos se hacen polvo.

Presto como bala y ligero como el viento
acudo a ti, para terminar de cremarme.
Que si tus labios no me atormentan,
soy ese, un muerto en vida.

Libérame, pues, de este sufrimiento;
desgárrame, yo soy tu presa.
Incítame, pues he pecado;
agótame, estoy cansado.

Haz que mis palabras lleguen,
se posen en tu oído, fijas.
Te susurren mis notas a tu ser
y te hablen mis finas citaciones.

Pues si te interesan mis ofertas,
talvez mis líneas te aproximan,
no dudaría dos veces
en llevarte a la primera.

Cielo, cielo, cielo...
tú que ves todo y lo meditas,
¿por qué se me castiga tan bien
esperando por tan sublime hado?

tú que ves todo y lo meditas,¿por qué se me castiga tan bienesperando por tan sublime hado?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝑬𝒍 𝑨𝒓𝒄𝒉𝒊𝒗𝒐 𝒅𝒆 𝑳𝒂𝒔 𝑭𝒖𝒓𝒊𝒂𝒔 𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora