Todo el camino de regreso a casa estuvimos en silencio. No para de pensar en lo que Mercury había dicho, era la única frase que rondaba mi cabeza en este momento.
—¿Por qué dijiste eso? —pregunté aún procesando todo lo que dijo.
—¿Lo de tu crisis? —respondió.
—No
—¿Lo de esos dos chicos cogiendo?
—¿Qué? No
—Ahh, lo de decirle al recepcionista que lo encontrabas lindo —dijo esta vez, pero antes de que pudiera responderle él siguió hablando— lo que provoco que te anduviera coqueteando todo el rato lo que claramente te puso incómodo pero no dijiste nada y yo hice que el chico no lo notara
—No, por Dios decís muchas cosas —murmuré para mi mismo— lo de que sos él único cis
—Ah —dijo Mercury restándole importancia— es verdad ¿O no?
—Yo no- yo soy un chico
—Claro —me vió unos segundos mientras conducía— cuando lo digas sin un nudo en tu garganta te creeré
—Yo soy un chico, Mercury, no sé que estás implicando
Mercury me estaba empezando a irritar, aún no quería hacerlo enojar porque con un giro del volante podía acabar con mi vida. Quería gritarle, me enojaba que asumiera cosas de mi.
—Vamos Dylan, mentirme no sirve —dijo con una gran sonrisa— sé todo sobre vos, ya lo hablamos mirá, Sebas es cis, la furra es una chica y ahí ya depende de ella —nombró mientras que con una mano los iba contando— pero vos, vos estás muy reprimido en todo, nunca experimentaste, nunca te diste el lujo de pensar en como te sentías, lo cual es chistosísimo considerando la cantidad de personas que te cogieron —eso dolió, no tenía que decirlo de esa manta— y la cantidad de tiempo que pasaste con la comunidad por culpa de Liz
Me enojaba como hablaba, me enojaba que haya hablado de Liz así, me enojaba como dijo eso. Dejé de verlo y el resto del camino vi por la ventana mientras apretaba mis manos. Estaba bastante enojado e incómodo con él así que la única forma que tenía para que mis sentimientos salieran era apretar una de mis manos y lastimarla con mis uñas. Sentía como Mercury me veía de vez en cuando pero no voltee a verlo. Mis uñas se sentían más filosas de lo normal.
Cuando llegamos a casa bajé en silencio, supuse que estaríamos solos de nuevo lo que odiaba pero al menos no tendría a mis tíos llamándome "Joaquín" todo el tiempo. Cuando me estaba acercando a la entrada él me agarró del hombro y me giró para que lo viera.
—¿Qué me querés decir? —dijo él, a lo que yo lo vi confundido.
—Nada
—Dale, hablá —dijo viéndome, ahora entendía a qué se refería.
—No es nada —murmuré, él se veía irritado.
—¡Hablá! —gritó para empujarme, perdí el equilibrio y casi me caigo, así que supe que lo mejor sería si hablarle.
—Apreciaría que no leyeras mi mente —murmuré sin verlo, escuché como se rió.
—Eso no pasará —dijo después de terminar de reír— pero muy bien —cuando dijo eso se acercó a la puerta y la abrió.
—¿Muy bien? —lo seguí confundido.
—Por hablar, hablás muy poco y si me preguntás, el hablar muy poco te metió en todos los problemas que tenés
Luego de eso, él sorprendentemente me dejó en paz. Fui a mi cuarto y me encerré ahí, estuve apoyado sobre la puerta unos segundos mientras no paraba de pensar en Mercury y en lo que había dicho. Saqué mi celular y luego de abrir la cámara me vi a mi mismo. Me veía horrible. No me gustaba verme porque sentía que mi cuerpo no es el mío, y me sigo sintiendo así pero esta vez quería verme. No me gusta mi apariencia.
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Mercury
FantasyDylan vuelve a Plaza Cerro, su ciudad natal, pero al hacerlo se encuentra con una criatura cambia formas que se ve exactamente como él. Por otro lado en Buenos Aires Liz intenta ayudar lo más que puede con la cura para la maldición que poseen. Él no...