CAPITULO 19

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Una semana después, la cabo Armstrong y Freen continuaban aisladas en su burbuja, hasta que les llegó la noticia de que se tenían que separar. Rebecca debia permanecer en la guardia.
Como si el mundo se acabara para ambas, el domingo aprovecharon todo el tiempo que pudieron para estar juntas y cuando llegó el momento de la despedida en la puerta de la residencia, Freen, sin dudarlo, la miró a los ojos, acercó los labios a los de ella y la besó. Nada le apetecía más.
Durante varios segundos, aquel esperado y ansiado beso se alargó y alargó, y sólo cuando la tos de la tia Mhee sonó cerca de ellas, se separaron.
Sorprendida, Rebecca sonrió y murmuró:

- Ha merecido la pena esperar.
Encantada, Freen la volvió a besar, sin importarle las toses de la tia Mhee. Cuando ese segundo beso acabó, ella le retiró con mimo el pelo de la cara y susurró:

- Sólo serán diez días, nena.

Ella suspiró. Lo que menos le apetecía en aquel momento era no poder verla, pero consciente de que aquello no tenía solución, optó por sonreír.

- Lo sé y aquí estaré cuando vuelvas. Dijo.

Rebecca le dio un último beso, le guiñó un ojo y, con una bonita sonrisa, se metió las manos en los bolsillos de los pantalones y se marchó.

Los días pasaron y la relación se fue afianzando.
Todo los divertía y el día que Freen, junto a Charlotte, probaron primero una hamburguesa y de postre un Banana Split en la base, se quedaron atónitaa. ¡Aquello estaba buenísimo!
Para Freen, el mundo se centró en Rebecca y viceversa. Hacían todo lo posible para verse entre semana y los fines de semana quedaban en el local de la base, donde bailaban acarameladas.

Quince días después, Rebecca se tuvo que marchar de nuevo de guardia.
Por su condición de militar, aquello era algo que tenía que hacer muy a menudo y, aunque a Freen le resultaba doloroso separarse de ella, pero poco a poco se fue acostumbrando. No había otra.
Como cada domingo, mientras sus amigas se duchaban, ella bajaba al salón de la residencia después de desayunar. Allí, unas chicas hablaban, otras veían la televisión y algunas escribían cartas a su familia u hojeaban los periódicos que siempre había sobre la mesa.
Con desgana por el largo domingo sin Rebecca que se le venía encima, Freen se sentó en una mesa y, cogiendo un periódico, lo comenzó a leer.
Las noticias eran algo que siempre le habían interesado mucho y, al ver una en la que hablaban sobre el presidente Kennedy, un hombre al que Rebecca parecía tenerle respeto y afecto, la leyó.
En el artículo se decía que el presidente americano había aprobado un programa de ayuda económica, política y militar a Vietnam del Sur. Y que tenía previsto enviar más de 16.000 soldados y fuerzas especiales de Estados Unidos. El artículo terminaba con la pregunta: «¿Estarán caminando hacia una guerra?».
Freen leyó la última frase dos veces. La palabra «guerra» era preocupante.

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