CAPITULO 20

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Fueron transcurriendo los días. Freen continuaba añorando la presencia de su cabo, pero el
paso del tiempo la animaba, porque sabía que pronto la volvería a ver.
El martes por la tarde, cuando llegaron de trabajar, Tia Mhee le dijo a Nam que habían
llamado de su casa y que debía ponerse en contacto con ellos urgentemente.
Las chicas se miraron y Nam corrió a la sala del teléfono, seguida por sus amigas. Éstas la esperaron fuera para darle intimidad y minutos después, la vieron salir pálida y abatida.

- Debo regresar a Thailandia inmediatamente. Dijo Nam.
- ¿Por qué? ¿Qué ocurre?. Pregunto Charlotte.

A su amiga le fallaban las piernas y se sentó en una silla antes de responder, mientras se echaba a llorar:

- Mi padre ha... ha muerto de repente.

Charlotte y Freen la consolaron todo lo que pudieron, pero Nam no paró de llorar en toda la noche. Las dos chicas estaban muy preocupadas al verla así, cuando siempre era tan fuerte.

- Por favor, no llores más. Le pidió Charlotte.

Nam asintió y, secándose las lágrimas, murmuró:

- Mi padre ha muerto y nunca más lo volveré a ver.

Freen, angustiada, sacó un cigarrillo del paquete, lo encendió y se lo tendió. Ella lo cogió agradecida y, tras dar un par de caladas, dijo:

- No creo que pueda regresar aqui. Tendré que quedarme en Thailandia.

Freen y Charlotte se miraron y Nam, al ver su gesto desanimado, explicó:

- No puedo dejar sola a mi madre en la granja y...

Pero no acabó la frase, porque la voz se le rompió de nuevo.
Al día siguiente, las tres fueron a las oficinas de la Fabrica, para que Nam pudiera arreglar los papeles. Una vez allí, Freen y Charlotte decidieron pedir el día libre para poder acompañarla.

- Quiero que sepan que tenerlas aqui ha sido una de las cosas más maravillosas que me han pasado nunca y que jamás las olvidaré mientras viva.

Charlotte se echó a llorar y Freen, tragándose las lágrimas, contestó:

- Por supuesto que no nos vas a olvidar, porque vamos a continuar en contacto toda la vida. ¿entendido?

Nam asintió sonriendo. Sin duda, cuando regresaran a su país la olvidarían. Se sentó en la cama y miró el reloj. Eran las doce menos cuarto.

Durante un rato, rieron emocionadas recordando todas esas vivencias desde que habian llegado y, cuando acabaron, Nam dijo:

- Les advertí que se alejaran de los militsres, pero creo que mis palabras cayeron en saco
roto. Pero quiero que sepán que estoy muy contenta por ustedes.
Rebecca y Engfa  me parecen dos personas maravillosas y estoy segura de que ambas van a ser muy felices con ellas.

- Y tú lo vas a verificar. Porque pienso ir a visitarte siempre que pueda. ¡Que te quede claro!

Nam sonrió. Nada le gustaría más que eso.

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