CAPITULO 21

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Como era de esperar, la marcha de Nam supuso un antes y un después para Freen y Charlotte. Echaban de menos la alegría y la locura que aquella les transmitía. Miraban su cama con pena y lloraban con pesar.
Rebecca regresó de su guardia y su reencuentro, como siempre, estuvo cargado de amor y cariño. Freen lo era todo para ella. Era su destino, su puerto y lo poco verdadero que tenía en su vida.
Cuando ella le mencionó lo que había leído en los periódicos respecto a las tropas que Kennedy había enviado a Vietnam, en un principio ella intentó quitarle importancia. No quería hablar de guerras, tanques o ametralladoras, y menos con Freen.

El sábado, tras pasar a buscarla por la residencia, decidieron ir a bailar a un local que ya conocían.
Al entrar, saludaron a Engfa, Irin y a otros compañeros de Rebecca y, rápidamente, la sacó a bailar. A ambas les gustaba hacerlo y, durante un buen rato, rieron mientras movían las caderas con los ritmos de la época.
Cuando se cansaron, fueron a la barra, donde Freen pidió una Coca-Cola. 
La risa, la diversión y la música no cesaron durante horas, hasta que de pronto, Rebecca recibió un empujón y, volviéndose para ver quién había sido, preguntó, al tiempo que miraba a Engfa:

- ¿Qué le pasa a Irin?

Esta que llevaba un buen rato observando a su amiga, respondió:

- Creo que se le ha ido la mano con la bebida.

Nada más decir eso, se oyó ruido de cristales rotos y Rebecca maldijo. Irin se estaba peleando.

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