Capítulo XIII

18 1 0
                                    


Aleixandre D'Angelo...

—¿Por qué me observas dormir? —permanecí con los ojos cerrados, pero aún puedo sentir su mirada en mí —Christina...

—Tú lo has hecho muchas veces conmigo —sonrío aún con los ojos cerrados —. ¿Crees que eres el único que hace este tipo de cosas?

—Esto es tan irónico...

—Te odio —se ríe un poco y se mueve en la cama —. ¿Cómo sabes que te observaba?

Abro los ojos acostumbrandolos a la luz solar que se cuela por la ventana del balcón, me duele el rostro lo suficientemente para quejarme, pero no lo hago, no delante de ella. ¿Qué demonios me pasa?

—De la misma manera en la que sabes cuando yo lo hago. —me volteó y la veo, sus ojos lucen más radiantes y pasionales con la luz del sol.

—¿Por qué mis ojos son llamativos e intensos? —sonrío ante sus respuesta, he recibido elogios por el color de mis ojos toda mi vida, pero que lo diga...

Es enserio, ¿qué maldita mierda me está pasando?

Intensos, llamativos, pasionales, radiantes, con luz, dominantes... Existen mil características más para definir tus ojos, algunas contradictorias, como el hecho de que lucen inocentes pero también llevan la mirada más lasciva que he visto.

Se queda en silencio por unos segundos, su cara de impresión es digna de ser dibujada...

—Odio cuando dices cosas lindas —está vez el confundido soy yo —. ¿Sabes por qué?

—Porque te nublo el juicio.

—Exacto, no estoy acostumbranda a que me hablen así, no... No sé cómo se reacciona a este tipo de palabras, no sé como actuar... O si quiera que debería de decir —guardo silencio y sólo escucho —. Aunque te desprecie por mentirme, extrañamente, me gustas, eres un hijo de puta con pocos cojones, André.

—Me quedo con que te gusto. —apenas lo suelto cuando una almohada impacta contra mi rostro.

—¿Es a lo único que le prestaste atención? —vuelve a tirarme otra almohada.

Me quejo por qué, mierda, me duele.

Ayy, mierda! —la escucho decir —. Andre! ¿Estás bien? —siento su cuerpo encima de mí —. ¿Te lastimé? Maldición, lo sien... —me río y recibo otro golpe fuerte en mi hombro —. Que desgraciado eres.

No puedo dejar de reirme y ella hace lo mismo, ríe y cae sobre mi pecho, la abrazo poniendo una mano en su espalda y la otra en su trasero. Nos quedamos así unos segundos hasta que sus palabras me sorprenden.

—Tú corazón está en calma ahora, puedo escucharlo —apenas analizo sus palabras sonrió como un tonto y la observo —. Dijiste... Dijiste que cuando estas conmigo tu corazón se encuentra tranquilo.

La observo mejor, veo fragmentos de su rostro, sus ojos están cerrados y sus pestañas lucen largas.

—Voy a obviar la hora y voy a responder amable y directamente a eso —pienso unos segundos más mis palabras —. Olvida lo de ser amable, no creo que eso funcione conmigo —sonríe y sólo puedo pensar en besar esos gruesos, rosados y delicados labios suyos—. Sí, mi corazón está tranquilo, porque sé que estás bien y conmigo, de alguna manera extraña y retorcida que aún no sé si lograré entender... Me gustas.

Te gusto... —saborea cada palabra y luego se sienta sobre mí, me duele el abdomen así que ella no se presiona tanto sobre mí —. ¿Y por qué demonios me miras, muchas veces, como si me quisieras matar? —su pregunta me parece graciosa, sólo sonrío.

Sunsets with you...   (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora