Capítulo VIII

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El rostro de Alena está lleno de lágrimas, me parte en mil. Nos conocemos desde que somos bebés, desde antes de recordar algo, nunca hemos estado demasiado lejos la una de la otra, de hecho nuestras casas quedaban particularmente cerca, una frente a la otra, fuimos al mismo jardín de niños, misma primaria, secundaria y Universidad. Ella entendió porque me fui de Italia y me acompañó, siempre ha estado ahí y sé que así será siempre, somos como un matrimonio disfuncionalmente felíz.

Mi mirada pasó por Richard, abrazaba a su novia y me miraba con nostalgia, a él lo había conocido antes de la Universidad, habíamos convivido por los últimos 8 años y aún recordaba la primera vez que nos vimos. Mi mente por instinto viajó a ese día; fiesta en la playa, bastante alcohol y un montón de cuerpos mojados, nos habíamos enrollado esa noche, nada serio. Le había convencido de venir a Praga con nosotras, sus padres nunca fueron muy estrictos y lo dejaron ir sin problema.

La imagen de las únicas dos personas que me importan es este mundo abrazados y llorando -no recordaba haber visto a Richard llorando antes- me rompía por dentro, algunas lágrimas traicioneras se deslizaban por mis mejillas, me uní a su abrazo.

-Chicos, no lloreis -mi voz era un susurro -Por favor. Vendré de vacaciones y ustedes también podrán ir.

-Eso lo sabemos, pero... -Alena soltó un suspiro -¿Ahora quién nos escuchara gemir todas las noches? ¿Quién será la que no podrá alcanzar las cosas en la cocina? ¿La que siempre nos hace desayunos los domingos en la mañana? -los tres reímos con sus comentarios -¿Quién será la persona que nos cuente como son esos países que no hemos visitado? La que nos trae algo cada vez que sale -su voz se rompió un poco -La que nos sonría para alegrarnos el días -lágrimas caen de sus ojos sin parar - Prometeme que siempre sonreiras, por nosotros... y que me lo contarás todo, prometelo.

-Te lo prometo, Pasión francesa -la abrazo fuerte, no como un adiós, más como un hasta la próxima -Te voy a estrañar.

Nuestro abrazo duró unos segundos, la lágrimas también salían de mis ojos sin control alguno, al separarnos miré los ojos verdosos de Richard, estaban húmedos, aunque tratara de resistirse las lágrimas rebeldes se escapaban de sus ojos. Lo abracé con mucha fuerza, es mi mejor amigo después de todo, aunque se estresa fácilmente y mande todo al carajo a veces, es una persona que me conoce a la perfección, que sabe de que soy y de que no capaz.

-Cuando estés lista, hormiga... -susurra cerca de mi oído, hace una pausa como si tratara de buscar las palabras que de decir algo -Por favor, cuentamelo. Sé que no soy Alena, pero... -hizo una pausa en la cual nos separamos -También sé que hay algo más, así que cuando sientas que no puedes más y quieras hablar con alguien, aquí estaré. Aquí estaremos -con un último abrazo de despedida escucho por los altavoces del aeropuerto como llaman a los pasajeros de mi vuelo.

-Debo irme -limpió algunas lágrimas de mi rostro -Los veré luego, par de idiotas -compartimos una última sonrisa.

Tomo mis 2 enormes maletas, una en cada mano, y camino por el aeropuerto, miro hacia atrás un par de veces, mis idiotas favoritos me miran abrazados. Luego, cuando ya he pasado las maletas y el control de seguridad me encuentro en una sala de espera bastante transcurrida, veo en uno de los asientos a Ameliah y Enzo hablando sobra algo, pero por raro que me parezca no veo a Aleixandre.

-¿Crees que no te tengo vigilada? -su voz se escucha justo detrás de mi oreja -Vamos, falta poco para despegar.

Me toma de la mano, no hago nada al respecto, no estoy como para mandarlo a la mierda a estas horas de la mañana, su agarré no es brusco o obligatorio, es suave, sus manos son suaves...

Sunsets with you...   (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora