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The truth is, one late October, at my birth—cry
A scorpion stung its head, an ill—starred thing.

— Sylvia Plath, Fragmento de "Electra on azalea path".

13.

27 de Octubre.

Escorpio:
Tus sueños están llenos de todas las cosas que deseas en secreto pero que sabes que no puedes tener o que nunca pedirías. El dolor no es galante y el anhelo no te hace ningún bien. No intentes encontrar excusas de por qué otras personas están mejor sin ti. Haz tu mejor esfuerzo y muéstrales lo buena persona que puedes ser. Entonces podrás dejar que tus sueños vaguen libremente y se hagan realidad, de la mejor manera.

Pff — Emmanuelle bufó, arrugando el periódico en donde se leía el horóscopo. La hoja se llenó de dobleces en su fría mano hasta que no fue más que una bola de papel que trató de arrojar a la papelera en su sala, pero cayó fuera, junto con más papeles que igualmente habían sido víctimas de la rubia. Mientras se acariciaba los párpados debajo de sus gafas, que permanecían con un cristal roto, escuchaba la voz de Eva. El teléfono fijo estaba aprisionado entre la oreja de Emma y su hombro. Emmanuelle siempre solía leer cuando su hermana le hablaba, y Eva nunca notaba que estaba medio ignorándola.

— Entonces el dinero sí se reflejó, ¿Verdad?

— Que sí — respondió la menor, mirándose la manicura. Ocupaba mantenimiento —, gracias.

— Okay. Bueno — siguió Eva al otro lado de la llamada, y se le pudo escuchar soltar un bajo gruñido, como si fuera a decir algo que trataba de evitar —. Y... te envié otro regalo por correo. Debería haber llegado ya.

— Ah, mhm... — Emmanuelle frunció el ceño, como si su hermana pudiera verle la cara. Eva era una persona exigente, muy demandante de la atención de su hermana menor, y tremendamente fácil de herir cuando Emma siquiera sugería que necesitaba un segundo de silencio. Aunque, tarde en las noches, Emmanuelle solía lagrimear al recordar las veces que Eva no la dejaba escribir en su adolescencia porque tenía qué contarle a Emma cada insignificante detalle de su día. Crecieron pegadas como siamesas, y ahora llevaban años viviendo separadas, era como si les hubieran amputado un miembro —, gracias. Ahora bajo a revisar el buzón.

Emma tenía siempre este amargo sabor a resentimiento desde que Eva se fue de casa de sus padres al cumplir los veinte. Y Eva tenía esta culpa que le parecía carcomer los huesos desde que dejó a su hermana sola con sus padres. Era algo que no hablaban, pero ambas sabían.

Unos segundos de silencio reinaron la llamada, hasta que Eva habló — A veces me hablas muy feo, Emmanuelle.

Ella elevó las cejas, dejando de verse las uñas y abriendo la boca, incrédula. El nervio. Eva siempre se tomaba la libertad de hablarle a Emma como si fuera su madre, siempre recriminándole sus errores de la peor manera posible y Emma lo aceptaba, porque conocía el carácter de su hermana. Emmanuelle sabía que si no fuera tan pasiva con su hermana, vivirían en un eterno campo de batalla, entonces le ofendía lo poco que Eva era capaz de aguantar cuando la "mala" actitud venía de Emmanuelle.

— Perdón — se disculpó de cualquier manera, mordiéndose el labio inferior —. No me di cuenta. Estoy de mal humor hoy.

— Yo también tengo días malos, y no soy grosera contigo.

Esas palabras casi hicieron temblar el párpado inferior de Emmanuelle en un tic.

Puta mentirosa.

Cherry  ― 𝘖𝘴𝘤𝘢𝘳 𝘐𝘴𝘢𝘢𝘤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora