17.
Oscar siempre fue un hombre de familia, incluso cuando era un niño. La sinagoga reformista a la que atendía cuando pequeño siempre le trajo un enorme sentido de confort, antes creía que era porque se sentía cercano a Dios, ahora venía pensando que quizás era porque esa sinagoga se trataba del único lugar en donde sus padres se molestaban en actuar como personas normales. En la mayoría de su infancia, Oscar creyó que todas las familias hacían eso: fingir esa cercanía frente a los demás, y no dirigirse ni una palabra en casa. Su mundo se cayó cuando se enteró de que no era así, pero le gustaba su comunidad, su escuela de hebreo, rezar. Sobre todo, le gustaban las festividades, cosa que él, en su adultez, terminó volviéndose consciente es anormal para aquellas personas que vienen de un hogar disfuncional, sin embargo, le gustaban.
Ahora las festividades de fin de año eran extremadamente difíciles para él, una mano torciendo el cuchillo en su ya profunda herida. De pequeño, las cosas eran más sencillas, o eso le decía su nostalgia. Antes de perder su religión, Oscar disfrutaba todo lo que tenía que ver con ella, la voz de su abuela cantando Eitz chayim, blintzes de queso, los knishes y los schnecken, las bolas de matzah o las comidas en restaurantes kosher donde sus abuelos solían llevarlo a él y a su hermano después de Yom Kipur para terminar con el ayuno.
Después descubrió lo débil que era cuando después de la muerte de Lena abandonó cualquier relación con su Dios y su religión, más allá de aquello que lo hacía sentir culturalmente judío más que en un sentido religioso. Ya ni siquiera se mantenía kosher, no respetaba el Sabbat, no iba al templo. No podía. Eso era lo que hacía débil a su fe, porque, al asociarla con su familia, ahora no podía retomarla sin sentir una aplastante sensación de soledad, era más por ellas que por Dios. Extrañaba el sonido de la voz de Lena cuando cantaba Baruch atah para bendecir las velas al inicio de cada Sabbat, cómo levantaba las manos antes de empezar como si condujera una orquesta, cuando sólo eran ellos dos y su hija.
Sin embargo, cuando su madre murió, fue extrañamente respetuoso. Hay algo en regresar a la casa en donde creciste que inevitablemente te obliga a hacer un retroceso a esa versión primaria de ti mismo. Estando en la sala de la casa de su madre, Oscar se volvió a sentir como ese devoto niño judío, rezando, con su kipá puesta y vestido completamente de negro.
Pasó los siete días viendo cómo la vela se consumía, sin recortarse la barba o bañarse, cada espejo en la casa cubierto con una manta y recibiendo comida de las mujeres del vecindario que les daban sus condolencias. Su hermano no se movía si podía evitarlo, y Oscar prefirió ser él quien se encargara de todo lo que pudiera, a pesar de saber que él no había pertenecido a esa casa desde el momento en que se fue de ahí. No podía volver a pertenecer ahí, mucho había cambiado, esa casa había sido el primer lugar del que Oscar había huido en su vida, para su hermano había sido diferente, él nunca abandonó esa comunidad, él siguió encargándose de su madre, ese parecía ser verdaderamente su hogar, y Oscar seguía teniendo el temor de nunca haber sentido el significado real de esa palabra.
Estaba haciendo una limpieza profunda en la universidad, aprovechando las horas libres que tenía. Faltaba una semana para acción de gracias, podría tener esos días de descanso. Quizás ahora respetaría el Sabbat, había algo agradable en verse obligado a terminar con todo el trabajo antes del atardecer, en ser excusado de la vida. Podría dormirse temprano, recordar que tuvo una etapa en la que era la clase de persona para quien la vida se trataba de lo táctil, de la relajación, de sentirse bien.
Mientras comenzaba a reunir papeles sueltos en el desordenado escritorio de su oficina, a veces deteniéndose a leerlos solamente para terminar dándose cuenta de que eran ideas sin concretar, su teléfono vibró en su bolsillo y se sintió patético por la forma en la que su corazón se aceleró gracias a la emoción, sus pulmones se llenaron de aire. Ya sabía quién lo estaba buscando, llevaba todo el día esperando su respuesta.
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Cherry ― 𝘖𝘴𝘤𝘢𝘳 𝘐𝘴𝘢𝘢𝘤
Fanfic❝Necesito un padre, necesito una madre, necesito un ser viejo y más sabio para llorar. Hablo con Dios pero el cielo está vacío.❞ → Sylvia Plath. La cereza más dulce en medio del calor del verano. 「𝙀𝙣 𝙥𝙧𝙤𝙘𝙚𝙨𝙤.」 #1 en Dark Academia - 10/03...