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—Sé que hay tiempos difíciles, que quizá por ellos estemos más unidos o más lejos, espero que no sea el caso, pero no está mal prevenir.

Tomo mi mano y me puso un anillo de oro blanco.

—Este es mi hechizo para tí. Una promesa.

Sentí una sensación de calma, el anillo me queda bien y es blanco en los extremos, dos franjas negras y en medio de éstas una hilera de pequeñas piedras blancas, casi transparentes, que brillan con la luz.

Es muy bonito.

—Tendrás mi protección con el, y cuando me necesites solo haz esto.

Se acerco para besar mi mano, al instante, un brillo relució de el anillo que me acaba de dar. Al mismo tiempo. En la mano de Saihara, brilló un anillo uno igual al mio.

—Así, iré a donde te encuentres, aún si me encuentro lejos, mi promesa es que siempre estaré contigo.

Cuando alzó la mirada, el azabache se quedó pasmado. Me vio llorar a moco tendido.

—Es muy bonito— dije con la voz más ronca que pude haber tenido.

Shuichi se cubrió la boca para que no viera que estaba a punto de reírse. No lo logro. Me tomo de los hombros y me acerco para volver a abrazarme.

No quiero saber que tan mal me veo, seguramente tengo el rostro tan hinchado...

Escucharle reír es muy raro, casi nunca lo hace, pero es muy lindo, este es uno de los momentos que siempre llevare conmigo.

Debería dejar de compararme con Naegi, porque Saihara no es igual, no ama de la misma manera pero eso es bueno, porque un amor empalagoso quizás no es para mí, me gusta más un amor sincero y rudo.

Es una nueva persona y es muy distinto. Su cariño, también me parece mil veces mejor.

Le abrace tan fuerte, tuve demasiadas inseguridades y con un solo abrazo se desapareció tantas cargas que yo tenía en mi espalda.

Aferradas mis manos en su ropa, me siento como un niño, aliviado de tantos malos pensamientos, de tantos miedos, de tantos rencores. Como si por fin alguien  me hubiera dado la seguridad que tanto buscaba cuando yo me sentía solo.
Es una sensación maravillosa, estoy tan feliz y aliviado.

—Perdóname por haberte hecho esperar tanto.

Sorbi mi nariz —Cállate, estas aquí ahora, es lo que más me importa.

Acaricio mi cabello de manera tan tierna. Me consuela de mi llanto.

—Gracias por haber hecho algo tan grande por mi, no debiste.

Le mire, me siento vulnerable entre sus manos pero no me desagrada.

Le tengo una confianza y apego que sin duda me dejaría caer sabiendo que él me atraparia.

—Yo...cuando no te tuve...sentí que moriría sin ti y sin haberte dicho lo que merecías escuchar. Así que, déjame hacerlo ahora.

Acaricio mi rostro con sus pulgares, y yo cerré los ojos porque me da cierta pena.

—Te amo, y siempre será así. Toda mi vida es tuya, úsalo como quieres, si quieres, puedes darme tus miedos, yo te salvaré de ellos, te cuidare de lo que te haga daño, puedes pedirme lo que sea y haré lo posible por hacerte feliz porque aquí me tienes.

Nuevamente acerco mi mano.

—Mi promesa es que siempre estaré contigo.

Sonreí —¿estarás para mi?

—Estaré hasta el final para tí.

—¿Aún si soy insoportable?

Shuichi tuvo un gesto de ternura en su rostro.

—No me has entendido...te quiero, todo lo que tu eres es lo que amo, eso incluye cada faceta tuya, cada pequeña cosa...si yo te hago sentir que eres insoportable, entonces no te merezco.

—No, no. No me haces sentir así.
Me siento muy bien ahora— Shuichi suspiro aliviado y puso su mirada en mis ojos.

La mirada como de un niño, brillante, esperando una palabra de mi boca. Expectante, casi parece que tiene el corazón en la mano.

—Yo...es que...— mire a cualquier lado porque me siento extraño al no saber poner lo que pienso en palabras, nunca lo habia hecho, ninguna persona que yo quisiera me había escuchado antes —tenia miedo de que pensaras distinto sobre mi...a fin de cuentas, me importa demasiado lo que pienses porque quiero ser suficiente...ahora creo que...—

No me salen las palabras. Pero no hubo necesidad.

El pelinegro, como hipnotizado, admira mis ojos, y sin poder negarse más a su antojo, se acerco lentamente, disfrutando de mi compañía.

Y yo, por primera vez en mucho tiempo, me latió el corazón con fuerza, emocionado.

Me dio un beso que pareció estaba esperando por mucho tiempo, con sus manitos acercándome.

Fue como escuchar mi canción favorita, me pone de buenas, con ganas de bailar y con subidon de energía que me hace sentir capaz de conquistar el mundo.

—Wow— dije sin pensarlo dos veces.

Acerque mis manos a su rostro para volver a besarle.

Pero tocaron la puerta, y Shuichi, quien no termina de captar indirectas, fue a abrirla.

Eso me irritó un poco. Al otro lado estaba Miu, quien al vernos puso una cara de cotilla. Nos aviso que debíamos ir a la recepción lo más pronto posible.

Saihara y yo nos miramos sin entender el porqué pero no chistamos.

Ese mismo día, Celestia dio señales de vida después de mucho tiempo, quizás, yo fui el único que no la había visto hasta entonces.

Y, por decirlo de alguna forma, se veía como un vampiro.

Solo que sin la parte sexy.

Más bien, una mamá que no ha dormido por los llantos de su hijo.

Nos llamo con la voz de una comandante, ni si quiera saludo.

—La situación, por lo visto, no está mejorando, y si bien están en mi casa no es mi deber protegerlos a todos porque muchos de ustedes están locos. Miu, Ouma. No quiero que se metan en problemas.

—De tí no dijo nada ¿Lo notaste?— le susurre a Shuichi —Es porque eres un aburrido.

El azabache me dio una mirada severa
—¿Acaso te aburro, Ouma?

—Pues...te falta un poco de labia.

Saihara alzó una ceja, y volvió la vista a Celes. No sé que cruzo por su mente pero estoy seguro de que una idea tuvo.

—Deben aprender a defenderse, les daré las herramientas, pero ustedes deben desarrollarlas.

Nos dio libros distintos a cada uno.

Protección, Medicina, demonologia y un libro de hechizos.

Yo tuve el más aburrido...medicina.

—Vaya mierda— le dije cuando sostuve el libro en mis manos.

La pelinegra me miró con cara de pocos amigos.

—Si no eres el primero en acabar el libro, te juro que no volverás a decir algo coherente en tu vida.

—ja ¿Crees que eso me asusta? Deberías de...— Shuichi me tomó del brazo negando. Supongo que no debería provocarla. Entonces, a su petición, me senté como niño bueno —Vale— dije tan contento.

Cosa que termino molestando más a Celes, pero no dijo nada al respecto.

—No podré resolver dudas ahora mismo, así que tienen que ayudarse— inhalo queriendo decir algo más, pero al final cambió su frase —Iré a dormir.

Se fue a paso lento después de tomar en su mano una taza de café.

Es deprimente verla.

Así, lamentablemente, empezó nuestra tortura.

La Muerte De Un Dios [Saiouma]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora