Guía para enamorar a tu crush pt12

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Suspiros momentáneos que se sienten eternos.

El viento revolvía mis cabellos. La tarde prometía lluvia y mi persona observaba con aburrimiento como todos presentaban su tesis universitaria como si fuesen un maldito testamento.

Yo ya había entregado el mío y este fue elaborado después de coger con Jin hasta pasadas las 3 a.m.

Jin.

Jin, nuevo sinónimo de lamentable.

Ja.

No es gracioso.

El sonar del reloj del salón y los murmullos de mis compañeros hacen que mi paz mental sea corta y como si se tratara de una broma alguien cruzó el umbral del salón de clases pidiendo permiso para charlar conmigo.

Sus ojos negros en combinación con su dura expresión no habían cambiado mucho en... ¿16 años? Sí, 16 años.

Las canas le daban aspecto formidable. Todo él expresaba disciplina y profesionalismo.

Todo él vino a recordarme que mi patético plazo estaba acabando.

Pero estaba jodido, muy jodido si creía que yo podía satisfacer su ego, porque yo era quien lo esperaba.

Los años aparecieron una eternidad y toda esta maravillosa farsa de buscar la oportunidad de graduarme de medicina no era más que ganas de tocarle las pelotas al hijo de perra que esperaba con calma a que me acercara.

Ambos salimos no solo del aula, sino que también de la universidad. La camioneta negra era de último modelo y no evité sonreír al constatar mis sospechas.

Hice rico a este maldito. Lo suficientemente rico como para que su auto chatarra cambiara a tal vehículo.

- ¿Qué le divierte tanto?

-Nada.

-No mientas.

-Tú nunca has sido capaz de descifrar mis mentiras o verdades. - Le contesto sin una pizca de amabilidad. - Dime, ¿cuántos libros sacaste con mi expediente? Oh Dios... de un trastorno psicológico no tan agresivo sacaste toda una saga que te mejoró hasta la decadencia bucal que tenías la última vez que nos vimos.

-No tengo tiempo para este tipo de juegos, señor Hansen.

-Oh, ¿y yo si tengo tiempo? Si no me equivoco, quien está tomando de mi tiempo es usted.

-Me enteré de la muerte de su madre. - Trata de cambiar el tema, pero eligió un rumbo tan equivocado como siempre que se trata de él.

-Oh sí. Al fin murió. Creí que el cáncer la mataría más rápido, pero ni muriendo dejó de joder mi mente.

-Joven Hansen.

-Mejor guarde silencio, sirva de algo y lléveme a los dormitorios del edificio trasero de la universidad.

-Aún no hemos terminado de hablar, joven Hansen.

- ¿Qué me dirá? Vino a intimidarme para que tuviese en cuenta que tenemos un acuerdo que lo beneficia a usted.

-A usted también.

-No. - Mi voz y seriedad de expresión le provocan un estremecimiento que trata de pasar desapercibido, pero no puede hacerlo conmigo. - Esto en ningún punto me benefició. Tener el síndrome de carencia afectiva no implicaba el completo aislamiento social como tratamiento. Usted nunca quiso sanar mi trastorno; usted quería acorralar mi trastorno y hacer que mutara a otras variantes. Quería enfermarme para escribir artículos de cómo una enfermedad psicológica puede empeorar y dar paso a otra. Por favor, doctor. No crea que estuve plantando flores todo este tiempo.

Él estaba tenso.

Llevo años estudiando a este malnacido que junto a mi madre me hicieron la vida mierda.

¿Creen que mi mente la dañó mi madre? Sí, en parte sí, pero el mayor de los créditos se los lleva este cretino de mierda que se hace llamar profesional en psicología.

Mi madre... Ella provocaba medicamentos nuevos en mi cuerpo, alterando mi salud e ingresándome siempre bajo observación en una sala experimental custodiada por la milicia y sustentado económicamente por programas del gobierno.

Por otra parte, Christopher Forget's, experto en psicología, decidió aprovechar la débil mente de un niño de... ¿8 años? No lo sé, ya perdí la cuenta de cuándo realmente inició todo.

Que tu madre te usara como conejillo de indias y no suficiente, te haya ofrecido a más profesionales... Podría asumirse como algo devastador.

Con el paso de los años y la caída de la maldita mujer que me trajo al mundo, decidí tomar ventaja.

¿Saben que la mayoría de los psicólogos creen que saben todos tus sentimientos e incluso creen que pueden predecir los patrones de comportamiento?

Solo tuve que fingir que buscaba el afecto nunca recibido de mi madre en el momento en el que cayó en hospitalización por cáncer y Christopher ya creía que la mitad de sus diagnósticos eran ciertos y se vino a dar cuenta de lo contrario ya luego de firmar un acuerdo médico-paciente en donde me dejaba expuesto a "la vida real" para estudiar a detalle como mi mente y cuerpo que vivió en cautiverio, actuaba frente a los cambios de ambiente.

Analizar me llevó a mentir, y mentir me hizo momentáneamente libre.

No me quejaba, en estos años fuera de la base experimental me han permitido conocer infinitas personas y cada persona es un mundo en su mente y comportamiento.

Fue refrescante y nunca me arrepentiría de haber aprendido a ser como soy, porque de no serlo me temo que jamás podría ver más allá del cuarto de aislamiento.

Pero sí fue decepcionante el hecho de no poder curarme.

Al principio estuve los dos primeros años tratando de sentir afecto por los demás y fracasé.

Al segundo año perdí mi castidad con la mentalidad de que el rumor de: "Siempre se termina enamorado o apegado emocionalmente a la persona que te dio por primera vez", fuera cierto.

Yo buscaba sentir emociones de esas que relataban los pocos libros a los que tuve acceso luego de inscribirme a la institución que me enseñó a leer bajo la tutela de Christopher, pero todas mis ganas de experimentar emociones se evaporaron cuando salté de persona a persona esperando alguna mísera reacción sentimental y no obtenía más que placer carnal.

Ahí fue que entendí que sin importar qué hiciese, yo ya estaba perdido. Había perdido lo que hace a los humanos, humanos.

Comencé a analizar mejor los comportamientos y pude definir por completo el mío.

Pude divertirme a costa de las desgracias sentimentalmente románticas que le sucedían a mi alrededor.

Pude conocer personas patéticas que intentaban aparentar felicidad.

Pude... Yo pude conocer a Jin, quien despertó la sinceridad en mi comportamiento retorcido.

-Es en este dormitorio. Yo iré a usted cuando todo termine. Si viene a mí de por hecho que su casi culminante "iluminación", se irá por el caño. Porque puedo desaparecer de su vista.

-Lo sé.

-Nos veremos, cuando ya no pueda escapar.

Nos veremos cuando esté capítulo ficticio de mierda se cierre.

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