Capítulo 4

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Guillermo había pasado toda la hora del almuerzo sentado en un salón completamente solo, comiendo el sándwich que su padre le había preparado muy amablemente. No quería arriesgarse a encontrarse otra vez a esas bestias que le habían arruinado su la vestimenta.

Guillermo tenía grandes esperanzas de que una vez lejos de su antigua escuela todo marcharía de nuevo bien, pero aparentemente este no era el caso. Tal vez debería ir aceptando la idea de que iba a pasar el resto de su existencia siendo una víctima. El blanco de insultos, golpes y, ahora también, huevos

Salió de aquel salón cuando escucho la campana resonar, quería evitar encontrarse a la gente que ahora tendría clase ahí. Toda la mañana estuvo luchando, preguntándole a personas que clase tocaba después e intentando averiguar donde se supone que debería estar, hasta se había perdido la mitad de dos clases, algo que le disgustaba demasiado. En la mañana había perdido su horario, cuando los animales que debía llamar compañeros lo atacaron y cuando regresó a su casillero después de limpiar su ropa, la hoja de papel había desaparecido. Al principio, pensó que alguien de la limpieza lo había recogido y tirado a la basura, sin embargo los cascarones y manchas amarillentas-anaranjadas seguían ahí. Eso lo extraño demasiado pero no pensó en eso más.

Cuando llego de nuevo a su casillero notó que no había nadie alrededor. Guillermo suspiro mientras, por segunda vez ese día, luchaba con la cerradura de su casillero. Era algo extremadamente ridículo. No debería ser tan difícil, pero por alguna razón no podía ingresar la combinación bien. Después de varios minutos y varias palabras irrepetibles, se escuchó un glorioso "click" y pudo abrir la puerta de metal.

Dio un paso atrás cuando vio que algo salía volando de su casillero y caía sobre el, ahora limpio, piso, justo enfrente de sus pies. Su estómago le comenzó a doler cuando se dio cuenta que esa hoja podría contener cualquier cosa. Hasta una amenaza de muerte.

Después de varios segundos, finalmente se agacho a recoger la hoja. Para su sorpresa era su horario... o bueno, al menos era una copia, ya que estaba seguro de que el original estaría completamente ilegible y en un bote de basura cerca de ahí.

Frunció el, preguntándose quien podría haber tenido el tiempo de conseguir una copia e ingresarlo en su casillero. Tal vez había sido un maestro que presencio los acontecimientos de esa mañana y le tuvo algo de lastima al chico. Esa era la explicación más lógica que se le pudo ocurrir. No esperaba que alguien lo hubiera hecho por amabilidad. Las personas apenas lo notaban y aquellos que lo hacían, se volteaban con sus amigos y se reían de él o simplemente se le quedaban viendo como si tuviese 7 cabezas y el cabello rosa. Nada nuevo, en realidad, ya estaba acostumbrado a ser tratado así, sin embargo, aun así dolía.

Guillermo observo las clases impresas en el papel; tenía literatura después. Por lo menos ahora ya tenía un horario y no se preocuparía que clase le tocara después. Se encogió de hombros, cerró su casillero y con la cabeza abajo se apresuró a encontrar el salón donde sería su próxima clase.

Samuel estaba escondido cerca de un salón de clases que tenía vista directa al casillero del chico nuevo. Vio la sorpresa en su rostro cuando la hoja de papel aterrizó cerca de sus pies. Su cabello estaba un poco despeinado, un poco diferente a como lo tenía en la mañana y ahora su ropa estaba manchada.

Algunas personas pasaron por enfrente de él y nadie le dedico ni una pequeña mirada cuando el chico se agachó a recoger la hoja de papel. Samuel vio como sus ojos achinados se abrían al darse cuenta de lo que tenía en la mano. Era estúpido, pero, Samuel sintió algo de felicidad al ver esa escena, saber que el chico estaba sorprendido por algo que él mismo había hecho lo hacía sentir alegre.

El chico, Guillermo, se recordó a sí mismo, había cerrado su casillero y ahora estaba caminando en camino a su clase. Samuel se preguntaba cómo le había hecho para sobrevivir la primera mitad del día sin un horario, para luego fruncir el ceño y negar levemente, recordándose que eso no debería importarle.

Tenía que hacer algo, no sabía qué exactamente, pero sabía que debía hacer algo y rápido. Recordó que aún tenía el horario del chico, Guillermo, lo sacó de su bolsillo y también sacó el suyo que siempre mantenía en su cartera. Los puso lado a lado y los estudió.

Los dos tenían literatura después.

Samuel, con una sonrisa de satisfacción, guardo ambos horarios en su cartera, tomo su mochila que había arrojado en un rincón del salón donde se encontraba, y, asegurándose de que no hubiera nadie cerca, salió del salón, dirigiéndose al baño de hombres donde permanecería hasta que estuviera seguro de que todos estaban en sus respectivas clases.


– Sr. De Luque, que amable es usted por acompañarnos esta tarde.

La vista de Guillermo se separó de su libro cuando la Srta. Alvarado habló. Se les había asignado leer algunas páginas de "orgullo y prejuicio" y desde entonces toda la clase había estado en silencio, claro, hasta que la maestra habló.

Ahí fue cuando Guillermo lo vio, el chico al que le habían presentado como Samuel de Luque. Guillermo sabía que no iba a olvidar ese nombre pronto y estaba seguro de que siempre que lo mencionaran iba a tener flashbacks dolorosos del chico rompiendo dos huevos sobre su cabeza.

– Lo siento, Srta. Alvarado, – hablo el chico de cabello café y cuerpo musculoso, amablemente. –No me sentía muy bien, creo que el almuerzo me hizo mal.

– Toma asiento. – Dijo la maestra, regresando la mirada a su libro.

La expresión de Guillermo cambió completamente cuando se dio cuenta de que el único asiento disponible era el que estaba alado de él. Abrió de nuevo su libro, pretendiendo que la vida de las Bennet le parecía muy interesante e intentando ignorar que el tal Samuel de Luque caminaba hacia él. Su corazón comenzó a latir violentamente en su pecho.

Samuel jaló la silla, lentamente, intentando no hacer demasiado ruido. Eventualmente se sentó y abrió su mochila, el sonido del cierre resonando por todo el salón. Sacó su libro y lo abrió en la página indicada en el pizarrón. Se acomodó en la silla y comenzó a leer, una sonrisa pintaba su boca. Guillermo no movía la vista de su libro pero le costaba mucho trabajo procesar las palabras plasmadas frente a él. Guillermo pasó los próximos 10 minutos concentrado en ignorar la presencia de Samuel de Luque, que se notaba algo interesado en el libro.

Después de otros 10 minutos la Srta. Alvarado habló de nuevo.

– Para esta clase tendrán que hacer un ensayo, detallado, sobre este libro, – alzó su propia copia de orgullo y prejuicio para que todos lo vieran. – sobre las similitudes y diferencias de la sociedad que describe Jane Austen y la sociedad de ahora, voy a ser muy exigente a la hora de calificar, entonces para facilitárselos trabajaran en parejas, – continuó. – Con la persona que está sentada alado de ustedes.

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Aclaración: Las bancas donde se sientan son esas bancas donde caben dos personas.
Aclaración 2: Me dieron ganas de subir otro capítulo de esta novela :3
PD: ¡Gracias por leer!

Sideways - WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora