Capítulo 9

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– ¿Qué cojones está haciendo Díaz aquí? – Exclamó Mangel a Samuel.

La casa de Luzu estaba obscura y llena de gente. La música retumbaba en los oídos de Samuel, toda la casa estaba caliente y llena de un leve humo proveniente de los cigarrillos encendidos, la gente estaba gritando, riendo y bailando. Cuando Mangel le dijo eso giro su cabeza para mirar la puerta y notó como Guillermo la cerraba atrás de él. Estaba usando un chaleco gris, una camisa blanca y, de nuevo, unos pantalones obscuros increíblemente pegados. Samuel no podía ver su rostro gracias a la atmósfera en la que se encontraba.

– Yo lo invite. – dijo, gritando.

Mangel y Luzu le lanzaron miradas asesinas. Samuel levantó las cejas, intentando ocultar su nerviosismo.

– Pensé que tal vez nos podíamos divertir con él al rato. – explicó.

Los chicos asintieron y rieron ruidosamente. En verdad esperaba que se olvidaran de él. Samuel tenía planeando embriagarse lo suficiente como para no recordad nada al día siguiente. No le importaba que al día siguiente hubiera escuela, solo quería desconectarse de sus alrededores por unos momentos.

Estuvo dándole pequeños sorbos a una lata de cerveza por alrededor de una hora, mientras escuchaba a sus amigos hablar a su lado. Sus ojos se la pasaron buscando a través de la muchedumbre esos ojos achinados que tanto lo confundían y esa piel pálida que lo estaba volviendo loco. Guillermo había desaparecido de la vista de Samuel desde hacía un largo rato y éste se comenzaba a preguntar si el chico ya se habría marchado a su casa, hasta que lo vio.

Samuel estiro su cuello para ver claramente a donde se dirigía Guillermo, resulta que estaba subiendo las escaleras. Samuel lo observo por unos momentos hasta que había subido al piso de arriba completamente, luego se excusó con sus amigos diciendo que iría por otra cerveza y subió al piso de arriba.

Cuando llego al segundo piso notó que el gran pasillo estaba desértico, camino hasta que llego a la esquina, dio la vuelta y hasta el fondo, recargado en una puerta en la esquina vio a Guillermo sentado en el piso. Se acercó con cuidado para que el chico no notara su presencia. Tenía los ojos cerrados y la boca un poco abierta.

– ¿Qué haces? – le pregunto.

Guillermo dio un pequeño salto y sus ojos abriéndose como platos. Subió su mirada y cuando notó que era Samuel el que le había hablado su cuerpo se relajó.

– ¿Qué haces aquí arriba? – volvió a preguntar Samuel. – nadie puede subir aquí.

– Estaba muy aburrido allá abajo, quise subir para tomar un pequeño descanso, – explicó Guillermo.

– ¿Un pequeño descanso? – cuestionó Samuel, sentándose a su lado. – ¿Por qué no solo te marchas a tu casa?

– Porque hicimos un trato y yo cumplo lo que digo, te dije que asistiría a esta estúpida fiesta y aquí estoy, no me iré hasta que se acabe.

– ¿No te estas divirtiendo? – preguntó Samuel.

– ¿Divirtiéndome? Joder, para nada, – río sarcásticamente Guillermo. – todos están demasiado ebrios, ¡y apenas son las 10! No hay buena música, ni alguien lo suficientemente interesante con quien hablar.

Samuel giro su cabeza para mirar al chico que tenía a lado. Se sentía un poco lastimado con ese último comentario y sabía que no tenía razón para hacerlo. Se puso de pie y le dio un gran sorbo a su cerveza.

– Vale, pues bajaré de nuevo, deben estar buscándome. – declaró. – si quieres quédate aquí y toma tu pequeño descanso. Te avisaré si Luzu o alguien subirá para que bajes rápido.

Sideways - WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora