Capitulo 6

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– No podré arrojarlo, recuerden que en la práctica de ayer me lastime el brazo, – dijo Samuel, sobándose el brazo. En realidad no había ocurrido nada pero sus amigos eran lo suficientemente idiotas para creérselo.

Luzu y Mangel tenían a Guillermo acorralado contra la pared de ladrillos que se encontraba en la parte de atrás de la escuela, donde se depositaba la basura. Samuel se encontraba recargado en uno de los grandes basureros industriales que desprendía un olor de comida rancia pero estaba casi seguro que el hedor no era la razón por la que se sentía enfermo.

– No hablas mucho, ¿verdad? – dijo Luzu, empujando a Guillermo hacía la pared.

Samuel intentaba no mirarlo, hacía que se sintiera incomodo, Guillermo emitió un gemido de dolor cuando Luzu volvió a empujarlo, obligando a Samuel a mirarlo. Los ojos de Guillermo estaban cerrados, su labio inferior se encontraba entre sus lentes. Sus cejas frunciéndose en el centro de su frente.

– Ni siquiera sabemos su nombre, – dijo Mangel con tono burlón, torciendo el brazo del pobre chico que volvió a quejarse, provocando que Samuel dirigiera su mirada al suelo, no podía seguir viendo la escena sin sentir las ganas de vomitar.

– Dije, – gruño Mangel, acercándose a él. – ¿Cuál es tu nombre, chino? – volviendo a torcer el brazo de Guillermo y empujándolo de nuevo a la pared, causando un grito ahogado de dolor por parte del chico.

– Guillermo, – dijo con voz apenas audible, – Guillermo Díaz.

Luzu y Mangel estallaron en carcajadas, mientras lo agarraban de brazos y piernas, levantándolo y llevándolo hacía uno de los contenedores de basura. Estaban demasiado ocupados llevando acabo su broma que no notaron cuando Samuel se dio media vuelta y comenzó a caminar hacía la entrada principal de la escuela. Los quejidos de Guillermo y las risas histéricas de sus amigos se hacían más tenues hasta que llego el punto donde no los pudo escuchar más, donde su mente se comenzó a llenar de pensamientos que no debería estar teniendo.

Había quedado de verse con Guillermo ese día en la biblioteca, ¿qué tal si el chico decidía no presentarse? ¿y sí le dejaba de hablar? ¿por qué escuchar el sufrimiento del chico le dolía tanto?

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– Viniste, – fueron las primeras palabras que Samuel le dijo a Guillermo cuando éste se le acercó a la mesa donde se encontraba, justo en el fondo de la biblioteca, donde nadie veía ni escuchaba nada.

Guillermo se quedó callado, simplemente jalo una silla y se sentó del lado opuesto a Samuel, dejando su morral en el suelo. Se agachó y saco su libro, un cuaderno y una pluma. Cuando levantó la mirada notó que Samuel lo estaba observando. Y Guillermo lo observó de vuelta porque no estaba seguro de lo que debía decir.

Guillermo había escuchado demasiadas cosas sobre el gran Samuel de Luque y su novia increíblemente sexy y apenas era su tercer día en la escuela. Todas las chicas lo deseaban, todos los chicos querían ser él. Básicamente, Samuel lo tenía todo.

Su apariencia física era, sin exagerar, perfecta, era obvio que tendría por novia a la chica más bonita de toda la escuela. Guillermo lo había visto pero no había tenido la oportunidad de observarlo. La primera vez que se vieron Guillermo había sido un cobarde que no podía levantar la vista del piso y la segunda vez había evitado el contacto visual a toda cosa.

Pero ahora, mirándolo correctamente, Guillermo podía notar el encanto. Samuel tenía ojos de color café, a pesar de ser un color común, su miraba irradiaba cierta calidez. Sus pestañas eran largas y oscuras. Sus labios estaban muy bien formados y alrededor de ellos, apenas visible, estaba su barba que apenas estaba creciendo. No había duda alguna, Samuel de Luque era verdaderamente hermoso.

Sideways - WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora