Capítulo XI

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 Jhon.

El cumpleaños número cincuenta y cinco del señor Morgan había llegado, durante todo el día estuvieron decorando, la fiesta se haría en el enorme jardín de la casa. En el desayuno Aelia le dio sus regalos a su padre, un Rolex, un perfume y un gran cuadro de él, su hija y su difunta esposa. Aelia había conseguido juntarlos a los tres, Benjamín no pudo con la emoción y lloró, confesando que él siempre había querido eso, un recuadro familiar.

La fiesta comenzaba al anochecer, y como Benjamín me había pedido, traje más seguridad. Los desplacé en puntos estratégicos de la casa, algunos por puntos estratégicos del jardín, algunos en las entradas y salidas de la casa y uno tenía que estar cerca y con un ojo puesto en el anfitrión. Todos equipados con radios y estaban en constante comunicación conmigo.

El jardín se iluminó con luces tenues y elegantes, había una gran carpa blanca que albergaba una pista de baile con música clásica en vivo. Mesas elegantemente decoradas. Todos los invitados habían llegado, Benjamín incluso ya estaba saludando algunos, pero Aelia aún no bajaba. Me había pedido que la esperara al final de la escalera. Los minutos pasaban y me comenzaba a desesperar, lamentablemente no fui bendecido con el don de la paciencia.

Escucho ruido arriba y cuando levanto la mirada Aelia estaba bajando la escalera, se veía realmente hermosa, con un vestido color lavanda con pequeñas estrellas doradas sin tirantes, drapeado en el corpiño y guantes ajustados del mismo color. Llevaba su pelo a media cola adornado con un lazo. Se veía simplemente impresionante. Le tiendo mi mano cuando está a pocos escalones y ella la toma con una sonrisa.

─¿Cómo me veo? ─pregunta levantando mi mano para que la haga girar.

Hermosa.

─Bien. ─me limito a decir.

─¿Solo bien? ─puedo notar un pequeño destello de decepción en su voz.

─Si ─le ofrezco mi brazo para llevarla a la fiesta como me pidió.

Ella lo toma y doy un paso para avanzar, pero ella me detiene.

─¿Puedo pedirte algo? ─asiento─ No te separes de mí esta noche, por favor.

frunzo el ceño confundido.

─¿Por algo en especifico?

Ella niega haciéndonos caminar.

Intenté cumplir su petición lo más que pude, me mantenía a unos metros de distancia mientras la veía hablar y saludar a sus invitados. Ella se mantenía cerca de su padre, por como lo mira puedo notar que Aelia lo admira mucho, tiene ese brillo en sus ojos, el mismo que suelen tener los niños hacia sus padres, cuando tienen la ilusión que son sus héroes.

La noche va transcurriendo con normalidad, la fiesta es amena y todos parecen disfrutar, excepto Aelia, en un par de ocasiones la note incomoda, y es porque su novio se había presentado a la fiesta acompañado por su amante. Puedo notar el dolor y la decepción en sus ojos, la tensión en su cuerpo, y como intentaba mantener la compostura y continuar con la fiesta. Luego de un rato la mire con dos copas en la mano, sabía que quería embriagarse. Me acerqué a ella y le quité la copa vacía de su mano, y la otra a medio beber de sus labios.

─Son mías ─rechista arrugando el entrecejo. Miro a nuestro alrededor y había ciertas miradas dirigidas hacia nosotros.

─Te están mirando.

─No me importa ─murmura cruzándose de brazos.

─Escucha ─la tomó del rostro para que me mire ─mientras más les demuestres que te afecta, más poder le das para que te sigan lastimando, ¿Entiendes? ─ella asiente─ ellos te perdieron a ti, no tú a ellos.

Su boca se curva en una sonrisa.

─¿A qué viene este consejo?

Me encojo de hombros.

─Tómalo como un consejo de amigos. ─ella frunce el ceño y abre la boca para decir algo, pero me voy antes de que pueda hacerlo.

Me dirijo a la cocina para dejar las copas que le quite a Aelia. Justo iba saliendo un mesero con una bandeja llena de copas de champagne.

─Espera ─lo detuve─ la joven del vestido lavanda con guantes, no puede tomar, si se te acerca esquívala ─él asiente─ avísale a tus compañeros.

El mesero se marcha no sin antes yo sacarle una copa, nunca bebo alcohol cuando estoy trabajando, pero hace mucho que no lo hago y necesito una copa. Me la llevo a los labios sintiendo el burbujeante líquido recorrer mi boca. Al dejar la copa en la barra por el rabillo del ojo noté a alguien a mi lado, no necesito girar la cabeza para saber que es Owen.

─Así que, Jhon. ─me giró a verle y se acerca a mí con una mirada desafiante. ─¿Cuánto quieres? ¿Cuánto necesitas para alejarte de Aelia?

Tuve que hacer un gran esfuerzo por contener la risa y no soltar una carcajada en su cara. Quise pasar de él e irme, pero me detuvo poniendo una mano en mi pecho.

─Vamos amigo...

─No soy tú amigo. ─le dije con dureza apartando su mano.

La tensión entre nosotros era palpable, estaba claro que yo no le agradaba y él a mi mucho menos, sin embargo mantengo la calma.

─Estamos de acuerdo en eso. No me agradas y definitivamente no me agrada tu cercanía con Aelia. Solo dime un monto para que te alejes de ella.

─¿Por qué no le haces un favor y te alejas de ella? Para siempre. ─habíamos entrado en un duelo de miradas acompañada de una conversación llena de hostilidad. ─Ambos sabemos que solo la quieres para ascender en la empresa, del resto ella no te importa para nada.

─Qué bien investigado me tienes. ─dice enarcando una ceja. ─Yo también hice mi tarea. ¿Sabe ella tu historial criminal?

Me acerco a él sonriéndole.

─Si es una amenaza, no me asustas, tu ridículo intento de intimidación es patético. Déjame darte un consejo. ─me acerco hasta el nivel de su oreja. ─Déjame y déjala en paz, si no quieres conocer quien realmente soy. ─recupero mi postura.

Aparté ligeramente mi americana, dejando que se vislumbrara el arma que llevaba oculta en mi cinturón. No fue necesario decir una palabra, su reacción fue instantánea. Sus ojos se abrieron sorprendidos y su expresión pasó de confianza a temor en cuestión de segundos. Había logrado hacerle entender que no era alguien a quien debía subestimar.

Me resultaba gracioso ver cómo se esforzaba en mostrarse como una amenaza cuando en realidad no era más que un cobarde. Me voy dejándolo allí solo. Salgo al jardín buscando a Aelia con la mirada entre la multitud, pero no logro visualizarla. Pregunté por radio si habían visto a dónde fue y todos respondieron que no.

El Corazón de AeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora