Capítulo IX

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Jhon

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Jhon

Una vez llegamos a mi coche la bajó y le abro la puerta del copiloto para que ingresará.

─ Sube ─ le ordenó.

Ella me miraba con la boca entreabierta, su respiración era acelerada y parecía nerviosa, duda un segundo, ella no dejaba de mirarme a los ojos, estaba claro que intentaría algo.

─ ¡Ayuda! ─ grito intentando correr.

Su intento fue en vano, ya que la atrapó rápidamente, obligándola a entrar al coche pese a sus protestas. Cerré la puerta con fuerza y rodeé el coche para subir.

─ Eres un maldito animal ─ Espeta con rabia.

─ Y tú una maldita niña malcriada.

Murmuro buscando las llaves de mi coche.

─ ¡No soy una niña!

─ ¡Entonces deja de comportarte como una!

El silencio que se formó en el coche era ensordecedor. Aelia se tensó al instante, sus ojos se llenaron de dolor y sorpresa. La tensión era palpable, cuando por fin conseguí las llaves, encendí el motor del coche.

Mientras avanzábamos por las calles la tensión dentro del auto era palpable. Podía sentir el peso de las palabras suspendido entre nosotros. Aelia miraba por la ventana, evitando cualquier tipo de contacto visual conmigo. Sus hombros encorvados , su cuerpo parecía encerrarse en sí mismo. Quería disculparme, pero no podía, era como si hubiera una barrera invisible entre nosotros que nos separaba.

Al llegar a su casa, ella baja azotando la puerta. Me quedo un momento dentro del coche y deje largar un suspiro.

Nunca nadie me había dado tanto trabajo como ella, nadie me había hecho enojar tanto hasta cegarme, y nunca nadie, que no fuera yo mismo, me había hecho sentir tanto arrepentimiento.

Nunca nadie me había dado tanto trabajo como ella, nadie me había hecho enojar tanto hasta cegarme, y nunca nadie, que no fuera yo mismo, me había hecho sentir tanto arrepentimiento

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La mañana siguiente me levanté temprano, empaqué mis cosas. Estaba completamente decidido a abandonar este caso. Era lo mejor. Después de darme un baño me vestí como solía hacerlo, camisa blanca de botones, pantalón y zapatos de vestir negros. Tomo mis maletas y salgo de la habitación.

Cuando salí de la habitación me encontré a Aelia en el pasillo, hubo un pequeño cruce de miradas entre nosotros, pero no dijimos ni una palabra. Su mirada bajó a mis maletas y luego se volvió a su habitación.

Seguí mi camino hasta mi auto, para dejar las maletas en el baúl y luego ir a la oficina del señor Morgan. Le había avisado que tenía que hablar con él, pero no le informe acerca de mi renuncia.

Al entrar a su oficina él está sentado, esperándome.

─ Renuncio ─ digo al cerrar la puerta detrás de mí. ─ la única condición que puse para hacer el trabajo fue rota anoche, cuando Aelia decidió escapar a un club con su amiga.

─ Hablaré con ella, Jhon te ruego...

─ Qué tenga suerte encontrando a alguien más señor Morgan, la necesitará.

Camino hasta la puerta.

─ Jhon, por favor, no confío en nadie más.

Me giró a verlo, el pobre parecía asustado, y debía estarlo.

─ Hicimos un trato, ambos aceptaron las condiciones, lo siento señor Morgan.

─ La matarán Jhon, lo sabes.

─ Si quiere que la proteja tiene que decirle la verdad ─ digo acercándome hacia él con pasos firmes.─ si ella sabe al peligro que está expuesta no hace estupideces como la de anoche.

─ No puedo hacer eso Jhon ─ comienzo a frotar el puente de mi nariz con frustración ─ te pago un millón de dólares...

─ No se trata de dinero Benjamín.

─ ¿Qué más debo hacer? Estoy desesperado Jhon, ella es lo único que me queda─ dice con la voz entrecortada.─ danos una segunda oportunidad, te lo ruego.

No pude evitar sentir compasión por él, realmente es capaz de hacer cualquier cosa por su hija. No hay dolor más grande que rogar por la vida de alguien querido, y lo sé porque llegué a vivirlo.

─ Está bien, me quedo ─ el hombre se abalanza a mi para abrazarme sin parar de agradecerme ─ pero te juro que si comete una estupidez más me largo, sin escucharte.

─ No te detendré, tienes mi palabra.

Salgo de su oficina y atravieso el pasillo yendo a la que vuelve a ser mi habitación. La conversación con Benjamín realmente me afectó, recordar a mi hermana me destrozó, aunque la amaba y la extrañaba con todo mi ser, no me gustaba pensar en ella. Nunca puedo hacerlo sin sentir dolor o tristeza, no tengo ningún recuerdo feliz, en el que ambos sonriéramos, o en el que ella simplemente fuera feliz, porque nunca lo fue.

El Corazón de AeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora