Cap: 22 | 𝐋𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚𝐛𝐚𝐦𝐨𝐬

137 18 5
                                    

•✧•
Editorial Jackson Enterprises
Manhattan, New York
•✧•

FLORENCE

2 meses después

¿Las personas cambian?, porque la mayor parte del tiempo la pasamos pensando que todos terminamos igual a cómo estamos hoy, así como despertamos esta mañana, que ni el más bueno o el más malo dejan de ser el más bueno y el más malo.

Pero, yo, en todos estos meses que han pasado, he descubierto que... las personas si cambian.

O al menos, eso me ha hecho creer.

Siento como si todo se hubiera reiniciado, como si las heridas del pasada por fin estuvieran cicatrizadas, como si la vida después de todo fuera mejor, si diéramos la oportunidad.

Honestamente, siempre confié en que algún día mi esposo cambiaría, que algún día volveríamos a ser la pareja ejemplar que fuimos cuando éramos novios y recién casados, pareja que se perdió cuando el me engañó con su secretaria y tuvo una hija con ella. Mi subconsciente sabía que todo estaba perdido, pero mi corazón tenía fe de que aún podíamos cumplir lo que algún día juramos frente a un altar.

Lo curioso de todo es que, esta vez, el corazón le ganó a mi cerebro, el bien triunfó. Y yo gané. Nosotras ganamos.

Michael no ha hecho otra cosa en estos últimos meses que dedicarse al trabajo, a mi, y a sus hijas, quienes luego de un par de visitas más a la casa, lograron entablar una gran amistad, aparentemente. Y no las culpo, son niñas, son hermanas después de todo, y claro que me sentía feliz porque Mía aceptó en su inocencia de niña que su papá tenía otra hija, que ella tenía una hermana, y que ambas eran su adoración.

Yo por mi parte no tuve más que observar cómo avanzaba la relación, como se construía un ambiente que jamás imaginé vivir, porque si hace 6 meses me dijeran que aceptaré convivir con la hija resultante del adulterio de mi esposo, mi hija y todos en una misma casa, me volvería loca, me reiría, vomitaría.

Lily no tenía la culpa de los pecados de sus padres, Mía no tenía la culpa de ser hija de su papá, y yo no tenía la culpa de sentirme herida, traicionada, humillada.

Sin embargo, después de mucha meditación al respecto, y de encontrar lo positivo de esta situación en lo más recóndito de mi ser, todo marchaba bien, todo funcionaba.

Michael firmó un acuerdo con su ex amante sobre la manutención de su hija, por lo que me contó, quedaron en orden, con visitas arregladas, festivales, días especiales y cosas de ese estilo. Lily venía cada que podía a la casa a jugar con Mía, ambas pasaban horas en el jardín o en la habitación de mi hija, por las noches Michael llevaba a Lily de vuelta a su casa y regresaba con nosotras a cenar, ver alguna película o simplemente a hablar sobre cosas banales, solo los tres.

Inclusive, algunos días donde Michael no podía ir o regresar a Lily a su casa yo lo hacía, iba y venía, solo que dejaba que la niña subiera a su departamento sola porque ni en sueños quisiera toparme con su madre.

Joder.

La niña me llamaba "Flo", a pesar de ser algo tímida con el paso de las semanas tomó más valor y comenzó a mirarme a los ojos, a hablarme sin agachar la cabeza o cohibirse, y pedirme dulces de la cocina. Le gustaban los chocolates, los pasteles de mango, su fruta favorita era la sandía y odiaba comer pollo sin puré de papas aún lado, pero si le ponían en su lugar algo de arroz podíamos compensar aquella ausencia. Disfrutaba bailar, las películas de princesas igual que a Mía y por supuesto que soñaba con algún día ver al hada de los dientes.

𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐌𝐔𝐉𝐄𝐑 | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora