Cap: 24 | ¿𝐀 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐯𝐚𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐫𝐨𝐭𝐨𝐬?

125 15 9
                                    

TAYLOR

—Florence...

Sus últimas palabras antes de caer sobre el sofá completamente sedado fueron las peores palabras que habría imaginado, es más, ni siquiera esperaba que pudiera ser capaz de algo así.

—¡¿Qué?!, ¡¿Florence?!— grité tan llena de rabia y confundida al mismo tiempo que le di una bofetada del coraje que invadía mis huesos. Desde luego que no la sintió, no podía.

Me ha confundido con ella, con su esposa.

¿Cómo podía estarme haciendo esto a mí?

Las lágrimas brotaron de mis ojos como cascadas en picada, todo rastro de esperanza o motivación para lograr mi objetivo se había ido por la borda. Me quité de sus piernas aventando su cuerpo dormido a un lado, ya no me servía para nada después de esto.

Era horrible.

Admito que han sido los meses más difíciles para mí desde que Michael terminó conmigo, desde que eligió a la otra mujer y desde que se lleva a nuestra hija a pasarla con su familia legítima cada que puede, restregándome que es feliz, que todo le está saliendo bien, mientras yo me estoy muriendo de la tristeza.

Me encontraba deshecha, abrumada, enojada y con la furia borboteando mis poros que lo único que hice fue dejarle en la sala dormido hasta que amaneciera y despertara.

Francamente no pensé que un par de gotitas de un somnífero pudieran derribarlo y afectarlo hasta el punto de alucinar y caer como un toro dormido.

Entré a mi habitación, invadida de la decepción, del dolor y sobre todo de la completa desilusión que me hacía jalar de mis cabellos cuál desquiciada.

No se en que estaba pensando cuando coloqué esas gotas en su copa de whiskey, cuando me avisó que venía por las cosas de Lily en automático mi mente recordó todos los increíbles momentos que vivimos aquí, justo en este departamento cuando me hallaba sola, recordé cómo en esta misma cama me tomaba y juraba que yo siempre iba a estar en su mente, en sus brazos, en su piel.

Fue una gran mentira.

«. Había mucho frío afuera, el sonido de las gotas cayendo en los ventanales del departamento me ocasionaban paz, y tranquilidad. Lily estaba con una amiguita hasta mañana, mientras su padre y yo estábamos juntos.

—La niña volverá mañana en la mañana— le dije cerrando la puerta de la habitación con seguro, Michael solo hizo una mueca y sonrió después.

—Adoro a nuestra hija pero preferiría que regresara hasta la tarde— murmuró, parándose de la cama.

—¿Por qué?— inquirí curiosa, enrollando mis brazos detrás de su cuello, inmediatamente este sujetó mi cintura con sus grandes manos.

—Porque quiero pasar contigo todo el día— entonces me besó con la misma intensidad con la que la lluvia sonaba contra las ventanas, con la misma pasión que llenaba el cuarto, y el mismo deseo que compartíamos diariamente.

—¿Qué le dirás a tu esposa?, mañana es sábado— cuestioné, pues no encontraba respuesta en mi cabeza que este hombre pudiera inventar más.

𝐋𝐀 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐌𝐔𝐉𝐄𝐑 | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora