Capítulo 2

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En la fiesta se reunieron un montón de personas de distintas cortes

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En la fiesta se reunieron un montón de personas de distintas cortes. Iban ataviadas con sus mejores ropajes y con sus joyas más costosas. Los veía, pero para mí eran sombras, sombras sonrientes, degustando los mejores manjares en una ostentosa sala.

Todos estaban felices; yo no.

Todos bailaban; yo estaba al borde de las lágrimas.

Los colores vistosos, las carcajadas resonando por doquier... todo eso me molestaba, dolía. A diferencia de los demás, iba vestida con la ropa de mi hermano. No me había puesto joyas y, aunque los demás estaban felices, yo caía en un abismo oscuro y siniestro.

Mis amigos vestían con ropa oscura, sin joyas. No bailaban, no comían; me miraban y me sonreían con amor, con respeto. Asia vestía un traje de color verdoso oscuro, ajustado y con un poco de escote. No tenía joyas, solo el collar que le había regalado Holden y un anillo que le regaló Aston. Yulen iba con un traje totalmente oscuro; el único color era el borde de su camiseta, que era de color azul oscuro. Su corona de príncipe estaba ladeada, dándole un aspecto más informal. Anna tenía un vestido que no dejaba a la vista ningún centímetro de piel. El estilo del vestido no era de su reino, sino más bien de la corte vampírica.

Acua, como siempre, deslumbrante, como siempre perfecta. Su vestido de corte sirena era de color negro, con dibujos de olas cosidos con hilos de oro. Era la que más destacaba. Quizás era yo la que no dejaba de mirarla.

Tan bella. Tan perfecta.

Tan inalcanzable.

Su presencia me recordaba a las estrellas del cielo: tan brillantes, tan hermosas. Es como cuando intentas alcanzarlas. Subes los brazos tan alto como puedes, mueves las manos para coger una y no puedes. Te dejan con una sensación amarga, con resignación, frustración. Aun así, quieres cogerlas otra vez, aunque solo sea para rozarlas con las yemas de los dedos, sabiendo que, con ese toque, te sientes bendecido.

¡Al diablo los dioses! Incluso ellos tendrían celos de la belleza de Acua, y que se apiaden de mí, porque incluso ellos saben que era la diosa a la que adoraba.

Las luces del palacio se apagaron, las antorchas se encendieron y siluetas de dragones danzaban por la estancia. Pero me daba igual los otros; solo tenía ojos para el más grande, para el más fuerte, el único que consiguió que me pusiera de rodillas y me rompiera en mil pedazos.

La oscuridad era mi aliada: ella engulló mis lágrimas y acalló los sollozos silenciosos que se apoderaron de mi ser. Esta fecha del año era la más dura. El recordatorio de que tenía un hermano y que él no estaba aquí se sentía como dagas atravesando el corazón. Lo echaba de menos, mucho. Muchas noches me pasaba recordando su rostro, su voz, las palabras que me decía.

Recuerdo la promesa que nos hicimos antes de aquel fatídico día:

"Donde tú vayas, yo iré; donde tú estés, estaré. Pues soy la llama que te guiará cuando pienses que no puedes más."

La Reina del Fuego-Segundo libro De La Saga: Elementos-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora