Capítulo 19

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Cuando tenía cuatro años veía a mi hermano continuamente tirado en el suelo

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Cuando tenía cuatro años veía a mi hermano continuamente tirado en el suelo. Se levantaba, cogía su arma y no dudaba en atacar a su oponente. Recuerdo el hecho de ir a sus entrenamientos. Me sentaba en las rocas volcánicas que rodeaban la zona y miraba embelesada a mi hermano. Cuando era pequeña decía que mi hermano danzaba con sus armas, que él era uno con ellas. Las movía con maestría, con elegancia y poder. Los dragones eran seres que poseían una majestuosidad que, ningún ser de Cagmel podía superar.

Yo admiraba a mi hermano, siempre había dicho que era el mejor del mundo, que era poderoso, que era letal, que era inmortal. Que ingenua era de pequeña, en mi mente, no concebía la idea de que mi hermano pudiera ser derrotado en batalla, para mí, mi hermano era capaz de todo y más. Era capaz de coger la espada tan enorme que me parecía a mí en su momento, con gran destreza, la movía, podía visualizar su cabello negro con mechas rojas moverse al compás del viento, a veces pensaba también que, el viento amaba a mi hermano y que le impulsaba para ayudarlo.

Pues en esos momentos deseé ser mi hermano, tener la elegancia suficiente o la destreza suficiente para poder controlar a la humana que tenía debajo de mí.

La verdad se ha dicho, la chica alzaba las manos con nerviosismo, intentando arañarme con esas largas uñas de color azulado que le quedaba espectacular, pero, para mala suerte de ella, yo no me dejaba intimidar por una cosa como esa, por unas uñas postizas y una cara de enfado que, de no ser porque empeoraría la situación me hubiera reído. La muchacha hay que decir que tenía valor, intentaba sacarme de su agarré pero no lo conseguía, sin duda tenía alma de guerrera y eso me gustó aun más, pero, no podía dejar que eso me cegara, debía ser fría.

—Buen intento humana, pero, no lo vas a conseguir, tienes suerte de que has dado conmigo, otro no hubiera sido tan piadoso y menos al ver que has intentado levantarle la mano a una reina —dije con una sonrisa maliciosa. Aquel gesto tuvo el efecto deseado, pues, paró sus movimientos de golpe haciendo que una pequeña sensación de victoria se apoderara de mí.

—¿Reina? ¿de qué hablas? ¡Estás loca, suéltame! —bramó. Me desafió con la mirada pero yo no iba a ser menos, así que, le miré de la misma forma, quizás con más intensidad de la que pretendía.

—¡Para ya Fire! —ordenó Asia. Le miré, vi que tenía los ojos rojos a causa de las lágrimas no derramadas, eso me sentó fatal, no quería verla así, no le quería ver de ese modo.

Despacio, liberé a Melany de mi agarré, cosa que fue sencillo. Rápida, la muchacha se incorporó y nos miró a las dos con autentica furia, con autentico despreció. A mi me daba igual que me mirase de ese modo, solo me crecía, pero a Asia, parecía doler más allá, parecía que sentía esa ira dentro de ella.

—Melany, sé que soy a la última persona que quieres ver, lo sé, y menos ahora como se han dado las circunstancias. No sé como decirte todo lo que ha pasado, porque me fui de esa manera, porque no di señales de vida, sé que tuviste que pasarlo mal, demasiado mal, pero, te imploró que nos escuches, esto no es un juego, es algo serio, no es un intento de reconciliación, es un aviso de que corres peligro —dijo Asia acercándose a ella, vi que la rubia dio un paso hacia atrás, sin apartar la mirada de Asia.

La Reina del Fuego-Segundo libro De La Saga: Elementos-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora