Capítulo 25

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"Princesa de fuego, princesa de ceniza

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"Princesa de fuego, princesa de ceniza. Despierta, dulce niña, despierta.

Princesa dolida, princesa perdida, princesa herida. Despierta, desdichada niña, despierta.

La muerte te espera, la muerte te acecha. Ella te quiere, ella te adora. No temas, princesa de trapo, no temas, ella está cerca, muy cerca.

No huyas, princesa caída, no corras, la muerte te observa.

Princesa metida en una caja de cristal, sí, de cristal. ¡Oh hermosa princesa! Hermosa en tu urna, hermosa dormida. Princesa, despierta, despierta, ella te está esperando."

Me sobresalté al oír la voz, esa voz que me atormentaba. No comprendía de dónde procedía, no sabía de dónde venía. Sentía cómo mi corazón latía con fuerza; un sudor frío me recorrió el cuerpo. Las voces que sonaban en mis sueños eran extrañas, difusas. Sabía que era un mensaje que me estaban enviando los Oneiros. Los Oneiros eran seres que transmitían advertencias y profecías. Eran seres invisibles; solo se les podía oír la voz, pero su función era igual de aterradora que cualquier ser de Cagmel. Había escuchado innumerables historias sobre ellos. En antaño, habían advertido a muchos seres de las amenazas que se avecinaban. Eran los encargados de transmitir el mensaje que las Moiras deseaban que se supiera. Sin duda, el hecho de que un Oneiro me estuviera atormentando en sueños era malo, una señal de mal augurio.

En esos momentos, me di cuenta de que no estaba frente al lago; estaba en una casa, una casa desconocida que no recordaba. Oía voces que procedían de un sitio específico de la casa; se oían lejanas, lo que me dio a entender que yo debía de estar bastante alejada. Incrédula, examiné la sala en la que estaba. Era una habitación preciosa; las paredes eran de una madera clara, al igual que el suelo. La cama era individual y se podían apreciar dos pequeñas mesillas blancas donde vi un marco con una foto. Curiosa, sin dudarlo, cogí el marco y abrí los ojos de par en par al ver que se trataba de Melany junto con Asia. Las dos estaban hermosas, con el cabello suelto, recogido por un lado con una flor; una de color rosa y otra azul. Estaban ataviadas con dos extraños ropajes que parecían ropa interior. El de Melany era de un azul celeste, hermoso, que hacía que se me secara la boca al verla, mientras que el de Asia era de un color amarillo que le sentaba como un guante.

Se podía ver que estaban en este sitio, las dos sujetando unos cocos con una pajita y con sonrisas amplias. Se podía apreciar luz en sus ojos, estaban felices; posiblemente habían tenido un día maravilloso. Dejando de nuevo el marco, me quedé pensativa. Recordaba lo del lago, lo que había pasado; lo que no recordaba era cómo había llegado a este sitio. En esos momentos, los nombres de Acua y Anna se apoderaron de mi mente. Nerviosa y de manera apresurada, me levanté de la cama ignorando el dolor punzante que sentía en el cuerpo. Mis movimientos eran lentos, demasiado lentos, y podía sentir cómo cada músculo se contraía, creándome un dolor tan sumamente punzante que lograba que me cayera de rodillas. Pero aguanté; debía ser fuerte.

La Reina del Fuego-Segundo libro De La Saga: Elementos-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora